El sarcófago con los restos de la reina doña Urraca, que murió el 12 de octubre del año 1189, fue reparado tras su participación en la exposición Renacer, uno de los actos programados por el Cabildo para celebrar los 700 años de la colocación de la primera piedra de la catedral gótica el 1 de junio de 1321.
Para su exposición, el hermoso féretro en madera policromada fue descendido de su emplazamiento habitual, en la cornisa elevada en la capilla del Sagrario de la Catedral, a donde. tras los trabajos, regresó de nuevo, después de una pequeña intervención y reparación. Como informó la Diócesis ayer, la restauración permitió documentar fotográficamente el estado de la momia de la reina doña Urraca, ya que la única fotografía existente hasta ahora era la realizada el 11 de diciembre de 1896, durante una sesión científica que se celebró a instancias de la Real Academia de la Historia.
En dicha sesión, el doctor Francisco Simón Nieto, que desempeñaba el cargo de secretario de la Comisión de Monumentos, procedió al examen de los restos, y elaboró un dictamen en el que señaló que “la momia de doña Urraca medía un metro y seiscientos veintidós milímetros, tenía los brazos cruzados sobre la cintura, las manos eran pequeñas y finas y las piernas rectas y fuertes, su cara ovalada, con ojos no muy grandes y la barbilla redonda y pequeña”.
Corpulencia
“Lo que más llamaba la atención eran los extensos perímetros torácico y abdominal, especialmente el último, con relieves tan acentuados, que permiten asegurar la corpulencia y obesidad de esta señora”, continuaba Simón Nieto. El informe añadía que “la obesidad, aunque grande, no era deforme sino simétrica y ordenada y encaja bien en la aventajada estatura, en la esbelta rigidez de una dama cuyo espinazo tuvo muy pronunciada la curvatura lumbar”. Y concluía que “el volumen de todo el tronco y de los miembros, especialmente el inferior, contrasta con el desarrollo fisiológico de la actividad cefálica y la finura y delicadeza de las manos y los pies”.
En 1532 se decidió que el sarcófago con la momia de la reina se ubicara en la cornisa elevada en la capilla del Sagrario de la Catedral, como recogió en la Silva Palentina don Alonso Fernández de Madrid, Arcediano del Alcor, donde se señala que “se puso en lo alto de la pared en una tumba de madera pintada y dorada como ahora aparece con su letrero”.
A ese lugar regresó ahora tras su restauración y participación en la exposición Renacer celebrada en el mismo templo. Antes de su vuelta a la cornisa elevada donde Doña Urraca tiene su emplazamiento habitual, la restauradora de arte Celia Rosa García realizó algunas reparaciones en el sarcófago, al advertir que la tabla del fondo presentaba signos de deterioro y debilitamiento.
Para ello, se extrajo el ataúd interior con tapa de cristal que acoge los restos de doña Urraca, cubiertos con un sudario blanco y un manto de seda azul, regalo éste de la reina Isabel II cuando contempló la regia momia el 4 de febrero de 1865. Posteriormente, la restauradora procedió a los trabajos de desinsectación y protección contra los xilófagos, reposición de faltas en la tablazón del fondo, refuerzo y consolidación.
Reparación
No fue, por lo tanto, una intervención en la policromía exterior ni una restauración del mueble, sino tan solo reparación y refuerzo de la base, a fin de frenar el deterioro y garantizar su futura estanqueidad.
Terminada esta intervención, el sarcófago y el ataúd, fueron trasladados por separado a la capilla del Sagrario y, una vez allí, tras la introducción de la urna con tapa de cristal en el interior del féretro, operarios de la empresa adjudicataria de las obras que actualmente se realizan en la Catedral, procedieron al izado hasta su emplazamiento definitivo.
Doña Urraca, nacida el 1133 en Soto, concejo de Aller, en Asturias, era hija ilegítima del emperador Alfonso VII de León. Contrajo matrimonio con el rey García Ramírez de Navarra. Después de enviudar en 1150, volvió a su tierra y fue nombrada por su padre gobernadora de su territorio natal, Asturias. Allí gobernó con su segundo esposo, el magnate Álvaro Rodríguez de Castro y prestó un gran servicio a la política ya que mantuvo la tierra asturiana pacificada. Posteriormente se sublevó contra su medio hermano el rey Fernando II y protagonizó un intento de independencia de Asturias.