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El triunfo de un político tenaz, negociador y muy temperamental

"No somos milagreros. Somos un Gobierno responsable". Hábil negociador, tenaz, pragmático, forjado entre los bastidores del poder y temperamental, António Costa enfrenta de nuevo la responsabilidad de gobernar sin desmontar el "milagro portugués".
António Luís Santos da Costa (Lisboa,1961) ha sido todo, o casi todo, durante su dilatada carrera política en el Partido Socialista, la organización en la que creció arropado por dos reconocidos dirigentes del PS, Jorge Sampaio y Antonio Guterres.
Su primera victoria en unas generales, ayer, confirma que tenía un proyecto de largo plazo cuando, en 2015, dio un golpe de timón que cambió el mapa político luso: aprovechó la debilidad de la derecha para cerrar un acuerdo de izquierdas -la popular "geringonça"- que le convertiría en primer ministro pese a haber sido derrotado en las elecciones.
Diferencias aparentemente irreconciliables separaban a los socialistas del Partido Comunista y del Bloque de Izquierdas, pero se aliaron para desalojar a la derecha del poder en un país ahogado por la crisis y la austeridad impuesta por la troika de acreedores internacionales. Cuatro años después, Costa presume de un modelo envidiado por la socialdemocracia europea. Es el gran artífice del relato del "milagro portugués" y tendrá que esforzarse para mantenerlo.
Pero su habilidad política contrasta con su carácter temperamental, su resistencia a las críticas y su escasa empatía con los ciudadanos. Tras su apariencia de hombre tranquilo se esconde una fuerte personalidad que puede traicionarle incluso en público, como ocurrió el viernes, en un acto de cierre de campaña. Perdió el control cuando un anciano le criticó por el episodio más negro de su legislatura: los incendios que costaron la vida a un centenar de personas en 2017. 
La desmesurada reacción de Costa hizo intervenir a sus guardias de seguridad para sujetarle. De su testarudez puede dar buena cuenta también Guterres, que cuando era primer ministro tuvo que recurrir a su chófer para que Costa -entonces titular de Justicia- le respondiera al teléfono en medio de una crisis interna. n

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