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La falta de gobierno dificulta la reconstrucción en Líbano

Centenares de manifestantes en uan marcha convcada en la capital de Líbano, Beirut.
photo_camera Centenares de manifestantes en uan marcha convcada en la capital de Líbano, Beirut.
El vacío político en el país genera un escenario de tensa incertidumbre tras la explosión de Beirut

nnn La dimisión, el lunes, de la totalidad del Gobierno del primer ministro libanés, Hasan Diab, presionado por la catástrofe del pasado 4 de agosto abre un escenario de vacío político en el Líbano que podría ser utilizado por otras "élites políticas" y generar más inestabilidad en el país a la espera de unas elecciones que nadie ha convocado.  El Gobierno seguirá interinamente para cumplir con las tareas básicas de funcionamiento del país hasta que se decida la designación del nuevo primer ministro, una fórmula repetida en el Líbano y que deja al país sin la posibilidad de afrontar reformas de fondo. 
Así seguirá hasta que se forme un Ejecutivo, algo a lo que ya se pusieron las fuerzas del atomizado y sectario parlamento libanés.  "No se sabe cuánto tiempo podría llevar eso", dijo Sam Heller, asesor para el International Crisis Group en Beirut. Sin embargo, en su opinión, "sin nuevas elecciones celebradas dentro de un marco electoral, cualquier nuevo gobierno saldrá del actual parlamento libanés y los poderosos". 
La llamada a un gobierno tecnócrata o de "salvación nacional", como pidió el lunes Diab tampoco parece que sea una solución para Heller, quien subrayó que un nuevo Ejecutivo lo más probable es que en la práctica sea "una creación más de la configuración actual de las élites políticas del Líbano". Tildó de "difícil" el mandato o "la voluntad de emprender las reformas que el pueblo libanés exige y que los donantes internacionales establecieron como condición para un paquete de rescate económico". 

“Todo es de todos"
Por otro lado, Emile E. Issa, politólogo libanés y consultor de comunicación de la fundación Kamsyn, indicó que tras las protestas del pasado día 8, en el "día del juicio" o "día de la ira" como se llamó tuvo un "efecto dominó". Miles de personas salieron a las calles de Beirut para pedir la dimisión de todas las autoridades retomando el lema de las manifestaciones que explotaron el 17 de octubre: "Todos es todos". Las protestas del fin de semana llevaron a varios ministros a dimitir dejando a Diab, que inicialmente tenía previsto llamar a elecciones el lunes, a quedarse sin margen de maniobra y a optar por la renuncia. 
Ahora el panorama vuelve a la casilla de salida del 17 de octubre, cuando la presión llevó a dimitir al Gobierno de Saad Hariri y al nombramiento en diciembre del Ejecutivo de Diab. Issa cree que todo va a depender ahora de lo que esté "dispuesto" a dejar hacer el grupo chií libanés Hizbulá, una fuerza fundamental en el Parlamento y que había avalado al Ejecutivo saliente. 
"La inmensa presión acumulada sobre el sistema, la urgencia de la situación humanitaria así como la urgente necesidad de reformas podrían empujar a Hizbulá a considerar la opción de validar la opción de un gabinete integrado por ministros independientes", dijo Issa.

Al desastre humanitario se suma la falta de apoyo tras la tragedia

Las explosiones que devastaron el 4 de agosto la zona portuaria de Beirut provocaron un desastre humanitario de consecuencias aún confusas, tal como advierten las organizaciones que trabajan sobre el terreno y que actúan contrarreloj para paliar los graves efectos que tuvo y puede tener la tragedia en la vida de miles de personas. "En solo un minuto, el mundo cambió para la población de Beirut", explica Basma Tabaja, número dos de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Casi la mitad de la ciudad sufrió "daños significativos", mientras que "casi 300.000 personas perdieron sus casas y sus pertenencias en un abrir y cerrar de ojos", añade en un comunicado.
Las autoridades locales elevaron el lunes por encima de los dos centenares el balance provisional de víctimas, mientras que los heridos se cuentan por miles. La esperanza de encontrar supervivientes entre los escombros es cada vez menor y preocupa los efectos en quienes siguen con vida.
Tres grandes hospitales sufrieron daños o quedaron destruidos por las explosiones. Según el CICR, uno de ellos, con capacidad para gestionar 8.000 ingresos y 14.000 urgencias al año, no puede aceptar a día de hoy ningún nuevo paciente. "Hay una pena enorme por los que han fallecido y los que han sobrevivido necesitan un gran apoyo. Muchos han sufrido heridas que les cambiarán la vida y para otros este golpe, sumado a muchas otras crisis", avisa Tabaja.
Uno de los colectivos que más preocupa es el de los niños. Según Unicef, al menos tres menores murieron por las explosiones. n

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