Un sombrero de ocho kilos en Cobres

Los trajes son tan vistosos como cargados, tanto el de las Madamas como el de los Galáns.
photo_camera Los trajes son tan vistosos como cargados, tanto el de las Madamas como el de los Galáns.
Las dos parroquias de Cobres vivieron el día grande con el baile de Madamas e Galáns y la Corrida do Galo

El vistoso sombrero que lucían las Madamas en su baile puede pesar hasta ocho kilos, seis como mínimo, y a ello hay que añadir la pechera con abalorios que añaden todavía más peso, lo que da una idea de la dificultad de la danza, que ayer, Martes de Carnaval, volvió puntualmente. Al mismo espacio que siempre, un terreno  en el municipio de Vilaboa, bajo la autopista y casi siempre con lluvia. El sombrero es toda una obra. Denominado “chapeu”, está hecho a mano y adornado con vivos colores. Ellas visten también faldas de encaje y una blusa blanca. Mientras, el gorro de los Galáns es algo más ligero. Además, llevan una camisa blanca con adornos de cintas de colores, corbata roja, pañuelo de seda y pantalón blanco. 

Al parecer, en sus inicio el baile tenía como fin marcar posición social y ostentar cierto nivel. y de ahí que las mujeres, y también los hombres, lucían sus mejores galas, demostrando poderío económico y también estatus. Solteros y solteras vestían sus mejores trajes, y todavía lo hacen ahora, si bien la mayoría.  Eso es historia y hoy en día muchas de las danzantes repiten en varias ocasiones con una tradición cuyo origen no está del todo claro. Sí se puede concluir que se trata de un baile de presentación entre hombres y mujeres, que se repite, aunque no con la misma vistosidad, en otros puntos del Morrazo. También resulta habitual que los trajes se hereden, de madres a hijas. Su coste puede rondar los 6.000 euros, pero como explicaba una veterana danzarina, “hay que arreglarlos y mucho, para poder conservarlos. Eso sí, no pesan tanto como parecen, salvo el sombrero”. ¿Hubo suerte en los bailes para conseguir pareja? Sin comentarios.

Según se ha publicado, a principios del siglo XVIII ya había danzas de Madamas e Galáns, aunque debería su actual vigencia a la tradición oral que se fue transmitiendo y al interés y participación en la fiesta de generación en generación. Esta herencia cultural pasada de padres a hijos, de abuelos a nietos logró mantener viva y presente una celebración colectiva sorprendente y particular, tal y como es el de “Cobres”. Así lo cuentan al menos.

La tradición pesa, pero también ha cambiado y mucho la ceremonia. Lo más importante es que la Corrida do Galo, que acompaña al baile de los jóvenes, es desde hace 30 años un espectáculo para todos los públicos. En 1991, y tras muchas protestas, se prohibió por el Gobierno el uso de un gallo de verdad, que acababa siendo sacrificado, y desde entonces los parroquianos -ellos y ellas- se conforman con intentar alcanzar el muñeco suspendido en el medio del río, en cuyas frías aguas la mayoría acaba entre risas tras tratar de mantenerse de pie sobre un palo. Antiguamente, Os Vellos guardaban el gallo armados con palos y perseguían al ladrón que intentaba llevárselo. El pobre animal era enterrado, con la cabeza por fuera y el premio era para quien conseguía agarrarlo y escapar.

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