Islas Cíes

Unas islas que se mantienen vírgenes

Las Cíes vistas desde O Alto do Príncipe.
photo_camera Las Cíes vistas desde O Alto do Príncipe.
La visita a las Islas Cíes debe ser entendida como una oportunidad para descubrir sistemas naturales únicos donde flora, fauna y paisaje se mantienen en un estado prácticamente virgen. 
La candidatura promovida por el Concello de Vigo realiza una importante labor de estudio y divulgación de todos estos valores.
Esta gran riqueza abarca desde el medio marino al terrestre, sin olvidar la importancia que tiene este archipiélago desde el punto de vista geológico así como la historia y el patrimonio que albergan estas islas pobladas desde la época de los celtas. Una riqueza que cuenta con todas las figuras de protección medioambiental: Parque Natural y Nacional, Zonas de especial protección de los valores naturales (ZEPVN), Zona OSPAR (extensión 85 Km2), Zonas de Especial Protección (ZEC) y ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves).
• Medio marino. El medio marino que rodea el archipiélago puede considerarse el valor más destacable de las islas, no solo por extensión (86% de la superficie total de Cíes, con 2.658 hectáreas) y la riqueza ecológica de sus hábitats y comunidades, sino por los fenómenos oceanográficos y procesos ecológicos que en él se citan y que confieren a Cíes unas características exclusivas.
Destaca también el llamado Lago dos Nenos, una laguna somera entre las islas de Monteagudo y do Faro, de agua salada con una elevada biodiversidad.
En Cíes se pueden observar desde mújeles (Chelon labrosus), mojarras (Diplodus vulgaris) o maragotas (Labrus bergylta), a caballas (Scomber scombrus) o lubinas (Dicentrachus labrax) e incluso mamíferos como el delfín mular (Tursiops truncatus) y el delfín común (Delphinus delphis).
• Flora y fauna terrestre. El medio terrestre presenta hábitats de relevancia ecológica que acogen especies de fauna y flora endémica, especies en peligro registradas en la Lista Roja de la Flora Vascular Española, especies de distribución restringida y singularidades evolutivas que convierten a las Islas Cíes en potenciales zonas de interés natural para la conservación de la biodiversidad a nivel mundial.
Destacan especies de flora dunares como la Armeria Pungens y la Camarina. En cuanto a la fauna, las dunas son zonas de alimentación de reptiles y zonas de refugio y cría de aves como el chorlitejo (Charadrius alexandrinus).
Las aves han encontrado en Cíes unas condiciones idóneas para su establecimiento: acantilados donde anidar, abundancia de recursos marinos, etc. Destaca la presencia de la gaviota patiamarilla (Larus michahellis) y de la pardela cenicienta (Calonectris diomedea).
En la isla de O Faro se encuentra el observatorio de aves, para contemplar gaviotas patiamarillas y cormoranes moñudos.
• Geología. Diversas investigaciones geológicas constatan el origen tectónico de las islas. El interés de Cíes es más que destacable por el representativo mosaico de rasgos geomorfológicos (formas del terreno y procesos) y geológicos (rocas, minerales y fósiles) de las costas atlánticas, creados y transformados durante cientos de millones de años, que dotan de gran singularidad el medio físico de este sistema insular.
A su vez, la historia geológica más reciente que ha modelado el relieve (paisaje, ambientes sedimentarios y erosivos…) de este archipiélago.
Para poder observar mejor las huellas que el tiempo dejó en el paisaje de Cíes, lo ideal es subir al mirador de O Alto do Príncipe, en la isla de Monteagudo. Desde allí se observa la cara oeste de las islas, con sus acantilados, mucho más abrupta. Aquí se encuentra la llamada 'Silla de la Reina', una formación rocosa de formas caprichosas.
En la isla de O Faro, en la subida a su cumbre, se encuentra la conocida como Pedra da Campá, una roca perforada debido a la erosión del viento y del agua.
• Historia y patrimonio. Además del valor natural, las Cíes también cuentan con un rico patrimonio histórico. En ellas hay evidencias de poblaciones ya en el Paleolítico y Neolítico. Ocupadas por tribus galaicas —hay restos de un castro— fueron conquistadas por los romanos, que las llamaron Islas de los Dioses o Afortunadas. En la Edad Media fueron utilizadas para el asentamiento de dos conventos-eremitorios: San Martiño en la isla sur y San Estevo en la Isla del Medio, sobre cuyos restos se construyó el actual Centro de interpretación.
Los ataques de piratas hizo que se despoblasen en el siglo XVII. En el XIX volvieron a ser ocupadas para levantar dos fábricas de salazón. También sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial como lugar de descanso de los tripulantes de submarinos nazis. 

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