La limosna también se distancia

Pintada en una pared de Lugo
photo_camera Pintada en una pared de Lugo

Déjame tomar el sol cinco minutos y después ya me voy para casa". La chanza es correspondida por una risotada que sólo aflora con naturalidad cuando se padece una situación similar. El sol se ha asomado con timidez esta mañana de domingo, pero ninguno de los que han reído la gracia en el lateral de la iglesia castrense de San Andrés en A Coruña tiene casa; y en caso de tenerla ha sido tomada prestada. 
Si se tratase de un domingo más, el grupo que ahora calma el estómago con las bolsas de comida que han recogido en la Cocina Económica estaría diseminado por las iglesias del centro de la ciudad para sacar unas monedas al concluir la misa. Los templos también permanecen cerrados desde que el Gobierno decretó el estado de alarma para frenar la propagación de la pandemia causada por el coronavirus Covid-19. A pesar de la próxima festividad de la Semana Santa, las iglesias seguirán candadas al menos hasta el día 11 de abril porque el Congreso ha considerado que no basta con cerrar el bar para retener a un español en su domicilio. Todos en su casa excepto los que no la tienen, que soportan una corona perversa. "Ahora son los reyes de la calle", ha escuchado una cuantas veces el periodista durante la última semana en el mismo punto. 
"El sistema ha hecho que hasta dios pierda la fe", reza una pintada fresca a la entrada de Lugo. Mientras no se resuelva el drama sanitario y después se compruebe cómo quedan los derechos del hombre en el nuevo rumbo, la prioridad continúa siendo comer y evitar tanto el contagio como la propagación del coronavirus por generosidad con una generación que lo dio todo por mejorar las condiciones de vida de la especie. "Vas por la calle y notas que todos nos miramos con una desconfianza de la leche", explica un colega a una distancia considerable. Si esto sucede entre amigos de la infancia, la reserva se dispara como la curva del coronavirus cuando en la entrada de un supermercado hay alguien poniendo la pano. 
Los indigentes son conscientes de que la limosna se distancia en tiempos de pandemia. El pasado jueves mientras el personal guardaba turno para acceder a una tienda de equipos informáticos se acercó un sintecho por sorpresa. La cola se desmoñó como hoja al viento y el hombre, vivo como el hambre, decidió ejercer de Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad contra la pandemia, para no perder la oportunidad: "Si quieren pueden dejarme lo que puedan en esta esquina de la columna". Se retiró unos metros y los que esperaban turno no les quedó más remedio que rascarse el bolsillo por la ocurrencia.  
Se dice que el miedo es propiedad de los que tienen algo que perder. Nada se puede atesorar con más valor que la propia vida, como se encarga a diario de demostrar el Covid-19. 
El hombre que había solicitado estar un ratito al sol antes de pirarse para casa detecta la presencia de alguien ajeno al grupo. "¿No tendrías alguna monedilla? Si quieres la puedes dejar ahí", sugiere señalando la base de un cruceiro de piedra. Van tres euros para la caja común y agradece el detalle prestándose con su colega más íntimo a salir en una fotografía con gesto de surfero mientras los demás acaban las naranjas que venían en las bolsas que prepara a diario la Cocina Económica para compensar el cierre del comedor por la alarma. 

AlBERGUE
El departamento de servicios sociales del Concello ha instalado en el frontón del palacio de deportes de Riazor un albergue, con servicio de ducha y lavado de ropa, para acoger a una treintena de personas que habitualmente no pasa la noche a cubierto. La capacidad podría aumentar hasta las 75 plazas, pero hay quien no aguanta normas ni para dormir. "Yo tengo a la mujer embarazada. ¿Meterías a tu mujer embarazada en un albergue? También tenemos dos perros y sería imposible. Nosotros vivimos en una casa okupa a las afueras". Él y su colega se largan con los tres euros dejando al resto a vueltas con las naranjas". 
 El reportaje parece terminado, pero al minuto llama la atención una voz femenina. "Me han dicho que no te pida más, pero se han llevado los tres euros", explica. Mejor llegar en hora que rondar un año porque recibe 10 euros, el único billete que queda en el bolsillo. Se desviven en agradecimientos respetando una distancia de más de dos metros. "Hasta el miércoles no cobramos la ayuda y estamos sin tabaco". Tabaco, agua y pan nunca lo niegues, decía padre.n

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