DEBATE DE INVESTIDURA

No, Sánchez no es Boris Johnson

Sánchez, fotografiado durante el segundo día del debate de investidura.
photo_camera Sánchez, fotografiado durante el segundo día del debate de investidura.
Cuando ves lo que pasa en Gran Bretaña, lo que ocurre en España casi parece un modelo de estabilidad, me decía alguien estos días de debate, paseando por los pasillos del Congreso. No es algo, claro, comparable.

Pedro Sánchez no es Boris Johnson (y me alegro), como la señora May no era Rajoy, ni Gran Bretaña es España, ni Cataluña Escocia, ni los laboristas el PSOE, etcétera. Pero el caso español se suma a las muchas incertidumbres que pesan sobre Europa. Todos andan en vilo en este minuto: ¿cumplirá Boris Johnson sus preocupantes amenazas? ¿Evitarán los españoles unas nuevas elecciones?
Tras los sobresaltos del lunes en el Congreso de los Diputados, renacido después de meses languideciendo, y tras la votación de este martes, la verdad es que cualquier cosa puede esperarse en las horas que faltan de aquí a la votación de este jueves. "Parece que hay acuerdo con Podemos", se dijo este martes, cuando la vicepresidenta Carmen Calvo salió, como un náufrago, al patio de la Cámara Baja para decir que aún estaban las espadas en alto y que sí, se había admitido que Irene Montero (no la citó, pero se le entendía todo) ocupase un cargo relevante, sin especificar, en el próximo Ejecutivo. O sea, en ese cuarto de hora había investidura garantizada, pensaban unos. Aguardemos un poco, pensábamos otros, acostumbrados ya a las pleamares y bajamares de una negociación hacia la investidura que, en verdad, está resultado al menos surrealista.
En el segundo día del debate, que concluyó con una votación previsible, abierta a la negociación de estas horas hasta primera hora de la tarde del jueves , no se registraron, claro, los protagonismos ni de Casado, ni Rivera ni siquiera el de Iglesias, aunque ahí estaba "el socio", insondable, y la mujer y compañera que quiere iniciar una vertiginosa escalada en el ascensor del Estado, que ya se sabe que sube, pero también baja. Sánchez sacó, a golpe de audacia y fortuna, la moción de censura. ¿Por qué no va el tándem Iglesias/Montero, o el conjunto de Podemos, donde tampoco faltan ni audacia ni amor al riesgo, lograr su objetivo de pisar moqueta ministerial?
Otra cosa es cómo acabe esto más allá de si hay o no investidura. Cataluña, por ejemplo; se ha hablado mucho del problema, pero no se ha diseñado un plan de soluciones ni de reacciones ante lo que pueda ocurrir cuando aparezca la sentencia contra los golpistas presos. Creo que Sánchez afronta el problema de manera desenfocada, como su antecesor Rajoy, aunque desde otro prisma más realista: el diálogo prima. 

diálogo limitado
Pero el tema, este año, no ha mejorado, excepto que se ha ahondado la división en el bando independentista. El entendimiento del Ejecutivo en funciones con los otros constitucionalistas tampoco ha mejorado (y no es que Casado y, sobre todo, Rivera no tengan su parte de culpa) y veremos si el entendimiento con los nacionalistas se consolida. Esto, en suma, parece bastante fraccionado. Provisional, a la espera de los futuros desencuentros entre los socialistas y sus coaligados, si los hay.
Sánchez expuso una batería de propuestas para la gobernación, y nadie le hizo caso: lo importante era si Irene Montero se convertirá o no en vicepresidenta o en algo relevante. No diré que el debate fue frívolo, porque la verdad es que se tocaron los cimientos del Estado del mañana. Pero sí diré que, a los efectos de construcción de la España del futuro, fue algo irrelevante. Se ahondaron, eso sí, los abismos entre las dos (¿o tres?) Españas y se constataron las enormes dificultades para llegar a cualquier pacto que haga avanzar el Estado.
Quizá, desde luego, se llegue in extremis a un pacto/parto de los montes. O de las Monteros. Y entonces Sánchez seguirá gobernando. Pero ¿cómo? Claro que tampoco el amigo Boris lo va a tener fácil. Y es casi tan atípico en relación con un político convencional como el propio Sánchez, quizá el coaligado a palos. O como Pablo Iglesias, el "coaligante" que maneja los hilos de esta coyuntura desde la trastienda y que puede que acabe manejando los del Estado.
Puede que estemos a punto de consolidar el primer Gobierno de coalición de la izquierda desde la República. Claro que también puede que no. Sorpresa, sorpresa. No me negará usted que, para un observador marciano, esto es casi tan loco como lo de la Gran Bretaña del Brexit. Por lo menos.n

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