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Un confinamiento que protege a la sanidad, pero no a la población

El control policial, la parte más efectiva de la acción del Gobierno de Sánchez.
photo_camera El control policial, la parte más efectiva de la acción del Gobierno de Sánchez.
El Gobierno sólo ha tomado medidas de quita y pon para la desescalada, pero ninguna para protegernos tras la crisis

Tras nueve semanas de confinamiento, el sistema sanitario parece ya alejado del peligro de un colapso. Pero el confinamiento ni ha librado a la población del peligro de la enfermedad, ni ha estimulado al Gobierno a tomar medidas encaminadas a que tras la desescalada se garantice la seguridad, cuando el distanciamiento físico y la movilidad ya no estén bajo el control del decreto de estado de alarma, algo que, de momento está previsto que suceda el próximo 25 de mayo, salvo que sea aceptada la quinta prórroga que el presidente del Gobierno ha anunciado que pedirá la semana próxima al Congreso. 

Todas las medidas adoptadas hasta el momento hacen referencia al período transitorio de la "desescalada" pero no hay ni un mínimo avance de cuáles serán las que se adoptarán cuando todas las fases hayan concluido y nos encontremos en una normalidad que el propio Gobierno reconoce que tiene que ser diferente, pero para la que todavía no ha previsto nada.

En estas fases precedentes se ha puesto de manifiesto un alto grado de improvisación, por parte de las autoridades sanitarias centrales, que más que unos protocolos de actuación han redactado un conjunto de normas, algunas de ellas disparatadas y otras muy válidas para entornos urbanos de alta densidad de población pero inútiles en territorios rurales de gran dispersión. Ello obligó, en muchos casos, a la inmediata rectificación, como había sucedido en la fase más dura del confinamiento, cuando se cerraron todos los restaurantes y hoteles y luego debieron abrir aquellos imprescindibles para que los servicios esenciales pudiesen desarrollarse con normalidad.
Los errores no han dejado de sucederse y el más reciente, el de prohibir, permitir y volver a prohibir  las rebajas en las tiendas físicas y dejar dicha acción promocional reservada a las tiendas online ha puesto en estado de alerta a comerciantes y usuarios, ante el temor de que las medidas que se adopten a continuación de las fases de desescalada sigan la misma pauta de ensayo y error  que lleva practicando el Gobierno desde que tomó el control absoluto de la situación 
¿Será obligatorio el uso de las mascarillas indefinidamente? ¿Cómo se organizará el transporte público en trenes, aviones y autobuses, una vez finalizada la fase 3? ¿Qué tipo de medidas se van a tomar en los espacios públicos? ¿Va a quedar reducido de manera permanente el aforo en restaurantes y otros establecimientos hosteleros?  ¿Habrá cambios en la legislación en materia de prevención de riesgos laborales, de seguridad alimentaria? ¿Cómo se abordará la protección especial de personas de alto riesgo?

Una vacuna hipotética

El sida está a punto de cumplir 40 años desde que se diagnosticó el primer caso en España. 35 millones de personas padecen el VIH en todo el mundo y a lo largo de estas cuatro décadas se calcula que hubo 39 millones de muertes, convirtiéndose así en la segunda pandemia más mortífera en quinientos años. Pese a cifras tan dramáticas, no se ha logrado una vacuna. Fiar el éxito de la lucha contra el covid-19 a una vacuna no genera más que falsas expectativas en una población que necesita más certezas que ilusiones y entre ellas, unas medidas que sirvan para minimizar el impacto de la enfermedad en la población cuya duración pueda asegurar el desarrollo de la actividad social y económica en condiciones de riesgo contenido. 

¿Cómo se logra la inmunidad y cuánto tiempo?

Cada vez es mayor el número de estudios que ratifican la tesis de que haber pasado la enfermedad garantiza una cierta inmunidad. Pero sigue habiendo incógnitas: todavía se ignora si la inmunidad que se adquiere es permanente, como con otros virus, como los que provocan la varicela o el sarampión, o solo temporal, como sucede con el virus de la gripe y los coronavirus que provocan el resfriado común. 

Solo el dos por ciento de los casos fueron graves

De los 4,6 millones de casos diagnosticados en el mundo hasta la fecha, hay todavía activos algo más de 2,5 millones. Y de ellos, se estima que menos del 2 por ciento alcanzan el estado crítico que requiere su ingreso en unidades de cuidado intensivo: 45.014 en todo el mundo. 11.493 se encuentran en España, donde solo se cuentan como activos los hospitalizados y no los que pasan la enfermedad en casa. 

Nuevos protocolos para una nueva enfermedad

El sida, la hepatitis y otras enfermedades de origen vírico han generado protocolos de prevención tanto en el ámbito sanitario, para evitar el contagio por parte de los profesionales, como en el de la actividad cotidiana. Desde la desaparición de las navajas barberas a la aparición de las jeringuillas de un solo uso. Algunas medidas implantadas con el covid-19, como las mascarillas quedarán, probablemente para siempre.

El estado de alarma dará paso a un estado de alerta permanente frente a posibles rebrotes

Ni tantos como auguraba el estudio del Imperial College de Londres, ni tan pocos como señalaba el Gobierno en sus datos oficiales.  El centro de investigación británico calculaba que 7 millones de españoles, aproximadamente el 15 por ciento de la población, había estado expuesta al covid-19. El dato, publicado a finales de marzo, contrastaba con los poco más de 85.000 casos que tenía registrados el Gobierno. Eran dos extremos que poco tenían que ver con la realidad, todavía subjetiva, que dibuja el estudio de seroprevalencia publicado por el Ministerio de Sanidad, esta misma semana y que señala que el porcentaje de la población afectada por este coronavirus fue de un 5 por ciento hasta el momento. El dato indica, en primer lugar, que la tasa de letalidad del covid-19 está en torno al 1 por ciento, mucho menos de lo que reflejan las cifras oficiales en nuestro país sobre los casos diagnosticados que la sitúa por encima del 11 por ciento.
Pero hay un aspecto preocupante que se extrae de dicho estudio: el 95 por ciento de la población, que en el caso de la provincia de Ourense es del 97,2 por ciento, sigue expuesta al posible contagio si hay segunda y tercera oleadas porque desde el punto de vista de la prevención no se han tomado medidas más allá de las que establece el estado de alarma.

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