La montaña de deuda sigue ahí

Un trabajador de la construcción, en una obra en Bilbao.
photo_camera Un trabajador de la construcción, en una obra en Bilbao.
Cada vez está más extendida la idea de que no pasa nada, pero mientras, el Estado dedica grandes cantidades de dinero al pago de intereses, lo cual reduce su capacidad de afrontar nuevas inversiones.

No hay nada nuevo bajo el sol en materia de deuda y de déficit público, dos asignaturas que España siempre deja para septiembre, para terminar repitiendo curso. De todos modos, sí hay datos que no son precisamente alentadores. Sucede un poco como en el cuento del lobo. No todo es cuestión de astucia.

La economía europea se ha ralentizado, rodeada como está por la guerra, la crisis energética y la inflación. En situaciones así, como sucedió durante la pandemia, suele tirarse de la deuda, de ahí la importancia de tener margen para aumentar el gasto público en casos de imperiosa necesidad, pero no como norma. Todas estas adversidades han pillado, por ejemplo, a Alemania con un endeudamiento relativamente bajo, que le permitió movilizar recursos sin apenas despeinarse. No es la situación de España, que ya tenía dificultades en 2019.

Europa ha logrado reducir, de hecho, el desequilibrio de sus cuentas públicas, pese a la pandemia, la invasión de Ucrania y la crisis energética, pero en España el déficit y la deuda se mantienen por encima de la media de la UE, cuando el aumento de tipos no solo pone a prueba la economía, sino también la supervisión del sistema bancario, como alerta Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas.

La oficina estadística europea, Eurostat, ha certificado que la deuda pública total de la eurozona bajó cuatro puntos, hasta el 91,5% del PIB y que el déficit de las administraciones públicas se redujo hasta el 3,6%. Hay más deuda en cifras absolutas, pero no en términos relativos, con respecto al PIB. Además, al ser tan alta la inflación, los gobiernos recaudan más sin subir los impuestos. Si la economía crece mucho, la inflación es alta y aumentan los ingresos es lógico que la deuda baje en porcentaje, pero no en cifras absolutas.

España está en el grupo de países muy endeudados, un pelotón que también agrupa a Italia, Francia, Bélgica, Portugal y Grecia. Por el contrario, Alemania encabeza el grupo de los países saneados, entre ellos Luxemburgo, Países Bajos, Finlandia y Austria. La suerte que tiene España es que al estar Francia –el segundo pilar de la UE– endeudada, Alemania no puede aplicar las clavijas como haría –y ya hizo en la crisis anterior– con otros países, entre ellos Grecia, Portugal y España. Pero, aun así, están de camino nuevas reglas de gasto; léase restricciones económicas.

En España llueve sobre mojado y la deuda pública es un tema recurrente y preocupante en la agenda política y económica del país, ya que el pago de los intereses de la deuda consume una parte importante del presupuesto del Estado.

Es posible diluir la deuda si hay crecimiento, como sucede actualmente, pero esa vía no resuelve el problema de fondo ni parece sostenible a largo plazo. El problema está en que las vías para hacerlo –subir impuestos, reducir el gasto público y/o privatizar empresas del Estado– tienen pocos adeptos en España y, en especial, en el Gobierno de coalición, que prefiere aferrarse a promoción de políticas que fomenten el crecimiento económico a largo plazo, lo cual suena bien pero no siempre es posible.

En tiempo de elecciones –hay municipales, autonómicas, generales y europeas a la vista, entre 2023 y 2024– no suelen resolverse este tipo de problemas, pero no por ello deja de ser necesario un esfuerzo continuo por parte del Gobierno y de la sociedad en su conjunto.

@J_L_Gomez

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