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La flota gallega cumple 35 años de la caza de la última ballena

Fotografía tomada a bordo del buque ballenero IBSA III tras realizar el ‘disparo de gracia’ sobre una ballena en la costa gallega
photo_camera Fotografía tomada a bordo del buque ballenero IBSA III tras realizar el ‘disparo de gracia’ sobre una ballena en la costa gallega
La actividad ballenera comenzó con los norguegos y tuvo gran relevancia en Cangas o las comarcas de Cee y A Mariña

 Las ballenas son el mamífero más grande del planeta y en la actualidad es cada vez más común que investigadores y marineros se topen con cetáceos en aguas próximas a Galicia. Hace tan sólo 35 años también se encontraban muy cerca de la costa gallega, pero esta vez eran la principal captura de la industria ballenera, de gran importancia en las comarcas de Cee, A Mariña o para la fábrica de Massó en Cangas do Morrazo.
El 21 de octubre de 1985 se cazó el último ejemplar en Galicia, concretamente en la fábrica de Caneliás en Cee, siendo el punto final a una actividad que se inició a principios del siglo XX de la mano de empresarios escandinavos. “En Galicia la actividad ballenera comenzó en los años 20 gracias a una empresa noruega que se inscribió en España para poder operar pero era cien por cien Noruega”, explica Àlex Aguilar, catedrático en Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona y uno de los mayores expertos sobre actividad ballenera.
La llegada de los noruegos se produjo en la factoría de Caneliñas, fábrica que se convertiría en la más importante y longeva de Galicia, suponiendo el motor económico de la comarca de Cee. La incursión de los noruegos en Caneliñas fue breve en esta primera etapa de la actividad ballenera, puesto que por aquel entonces de la ballena sólo se aprovechaba su gran cantidad de grasa para la producción de aceites. “Fue una etapa de enormes beneficios, pero tras explotar los recursos los noruegos se fueron a Terranova con todo, tras llegar a producir intereses a un 50% e incluso convertir al rey Alfonso XIII en accionista de la empresa”, indica Àlex Aguilar.
A partir de la década de los 50 comenzó una segunda etapa en Galicia, con la reapertura de Caneliñas, la fábrica de Massó en Cangas y la de Xove en A Mariña, muy cerca de donde hoy en día se encuentran las instalaciones de Alcoa. Esta vez, eran gallegos quienes se encontraban al frente de las empresas y de la ballena se aprovechaba absolutamente todo. “Los trabajos de despiece y aprovechamiento eran más lentos, había menos barcos y menos capturas”, explica el catedrático de la Universidad de Barcelona. Como ejemplo, en 1923 una sola compañía llgó a capturar 1080 ballenas en aguas gallegas, mientras que en los años 50 y 60 sólo se cazaban un tercio de estos mamíferos.
La actividad ballenera se convirtió en vital para estas tres zonas de Galicia, siendo motor para el empleo en muchas familias y llegando incluso a ser un revulsivo para el desarrollo social de su entorno: “En la zona de Finisterre, muchos pueblos tuvieron acceso a la red eléctrica gracias a estas factorías”, reconoce Àlex Aguilar. Tras Caneliñas (Cee) en los años 50, una década más tarde se abrieron la de Massó y la Morás (Xove), clausurándose en 1983 y 1977 respectivamente. La de A Mariña dio paso en sus proximidades a la apertura de la electrointestiva, generando nuevos empleos y siendo el motor de una zona que hoy clama por el futuro incierto de la planta de Alcoa. En cambio, en el resto de comarcas con gran peso de la actividad ballenera se iniciaron sonadas protestas por la moratoria en la caza de estos cetáceos en 1985 acordada por la Comisión Ballenera Internacional: “Llegaron a producirse manifestaciones de trabajadores a bordo de balleneros y un barco quedó a la deriva en la Ría de Corcubión. Fue difícil la recolocación de trabajadores tanto en Cangas como en Cee”, señala Àlex Aguilar. De aquella última captura han pasado ya 35 años, un recuerdo que todavía pervive en la memoria de muchos marineros gallegos.

Un museo noruego explota un ballenero vendido por mil pesetas

Si bien la captura de ballenas fue también un símbolo en la actividad pesquera y la industria transformadora de Galicia, su puesta en valor parece una asignatura pendiente. “Es sorprendente que en Galicia esté tan poco presente la actividad ballenera. Hay un patrimonio de calidad bestial, fue la última zona donde se pescaron y está completamente olvidado, con unas fábricas que no están explotando todo el potencial histórico que guardan”, afirma Àlex Aguilar, quien admite que una pequeña exposición en la fábrica de Massó es la excepción. 
Las factorías se clausuraron con una gran cantidad de útiles y aparejos que se destinaron a chatarra, una “lástima” para el experto en actividad ballenera, poniendo como ejemplo el País Vasco, donde “hay un museo sobre la pesca de ballenas casi en cada pueblo”. En relación a esta necesidad de poner en valor el patrimonio que dejó en Galicia la captura de ballenas, Aguilar lamenta que uno de los últimos buques que quedaron en Galicia se desguazó y vendió a Noruega por mil pesetas. Tras restaurar estas piezas y remolcar el ballenero en los 90, el barco es hoy en día el mayor reclamo turístico del museo de Sandefjord, haciendo recorridos por las aguas que bañan Oslo.

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