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Esplendor en la hierba

Nadal y Bautista Agut se quedaron sin final, pero protagonizaron grandes actuaciones ante Federer y Djokovic, que mañana pelearán por el título.
photo_camera Nadal y Bautista Agut se quedaron sin final, pero protagonizaron grandes actuaciones ante Federer y Djokovic, que mañana pelearán por el título.

Roger Federer superó a Rafa Nadal en un partido majestuoso del suizo en su pista fetiche

La grandeza de un deportista la marca la de los rivales que se encuentra en su camino. Cuánto mayor es el obstáculo, mayor es el mérito. Es por eso que la figura de Rafa Nadal es tan enorme. No solo por la cantidad de títulos que ha ganado, sino por contra quien los ha ganado. Exactamente igual ocurre con Roger Federer. Ambos disputaron en la central del All England Tennis Club, la catedral de este deporte, su cuadragésimo duelo. Y, al igual que en el anterior, la tierra de París dio ventaja al manacorí. Ayer, el de Basilea confirmó su esplendor sobre la hierba. 7-6 (3), 1-6, 6-3 y 6-4 en poco más de tres horas y ala final frente a Djokovic.
Porque, antes del derbi del tenis moderno, el serbio había derrotado a Roberto Bautista (6-2, 4-6, 6-3 y 6-2). Novak se sobrepuso a la incomodidad que le supone jugar ante el castellonense, que este año le ganó en Doha y en Miami. Pese a perder el segundo set, el balcánico aceleró y se adjudicó los dos siguientes y con ellos el partido.
Fue el aperitivo perfecto al plato fuerte. Un Nadal-Federer, que no defraudó. Porque el manacorí ha firmado un Wimbledon magnífico. Sólido con el servicio, agresivo con la derecha e incisivo en la red. Solo el mejor Federer podía ganarle. Y fue el mejor Federer el que lo hizo. La primera manga transcurrió igualadísima, con una sola bola de rotura, a favor del suizo, que no cristalizó. Tocaba muerte súbita y el balear logró tomar la delantera (3-2), pero cinco puntos consecutivos del helvético le pusieron por delante en el encuentro.
El plan discurría a la perfección para Federer, que sabía que tenía que ponerse por delante para aplacar la intensidad de Nadal, algo que no logró en el segundo parcial. El manacorí logró un break tempranero que le puso por delante y el tenista de Basilea, consciente de que cada esfuerzo frente a su gran rival es oro, se dejó ir. Un 1-6 engañoso.
Tanto fue así que Federer comenzó con paso firme un tercer set que se convirtió en una exhibición. Un monumento en la catedral. Ambos dieron lo mejor de sí mismo, que es mucho, pero ayer, fue un poco más a favor del helvético. Un cortado tras otro obligaba a Nadal a jugar a muy poca altura. Cada vez que el revés de Roger besaba la hierba, salía disparado, casi raso, hacia los pies del balear. La medicina opuesta a las bolas altas que tanto incomodan al revés del suizo sobre tierra batida.
Federer volvía a estar por delante y en el ambiente se olía que habría quinto. No fue así. Y no por la granítica mentalidad de Nadal, que salvó hasta cuatro bolas de partido. Fue el juego de seda del suizo, con la precisión propia de los relojes de su país, la que tumbó a Rafa. Y con una frescura física que hace años que no mostraba. Un nuevo abrazo en la red volvió a demostrar admiración mutua más allá de resultados. El domingo (13:00), otra batalla histórica suizo-serbia. Hoy, Serena Williams buscará su vigésimo cuarto grande frente a Simona Halep.n

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