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Un centenario de furia

Los jugadores del Vigo Sporting Moncho Gil (i.), Luis Otero (c.) y Joaquín Vázquez ganaron la plata en Amberes 1920.
photo_camera Los jugadores del Vigo Sporting Moncho Gil (i.), Luis Otero (c.) y Joaquín Vázquez ganaron la plata en Amberes 1920.
La selección española, que cumple un siglo, nació con protagonismo del Vigo Sporting
La leyenda de la 'furia española' cumple un siglo. El pasado viernes se celebró el centenario del primer partido oficial (y amistoso) de la selección española de fútbol (victoria por 1-0 ante Dinamarca en el estadio La Butte, en Bruselas), con el pontevedrés Luis Otero, del Real Vigo Sporting, como primer gallego debutante en las filas del equipo nacional. No fue el único jugador en aquella cita de aquel club que después, en fusión con el Real Fortuna, daría paso al Celta.
Tras aquel encuentro, la crónica del periódico francés "L'Auto", firmada por Henri Desgrange, citaba la furia en el titular como resumen representativo del equipo de Paco Bru. El propio Manuel de Castro, 'Handicap', hacía a ella referencia después del segundo partido (derrota 1-3 frente a Bélgica ya en Amberes), nombrando al respecto al enviado especial holandés H. Hollander del "De Telegraaf". 
La furia, sí: un cliché que posteriormente desataría encendidas defensas y ataques en la prensa española, matizaciones por cientos, orgullo y desprecio a partes iguales. La misma de la que Vigo, a través de cuatro jugadores, formó parte en esos Juegos, la gran cita del fútbol mundial porque participaban selecciones absolutas y el Mundial FIFA aún no existía. Y la selección de camiseta roja y calzón azul convocó a cuatro futbolistas del Vigo Sporting: el mentado Otero, un 'back' del que se afirma era el mejor, el atacante vigués Moncho Gil y otro delantero, Joaquín Vázquez, este extremeño. Con ellos el interior coruñés Ramón González, también del Real Vigo SC, que en el viaje a Bélgica enfermó y se pasó los Juegos hospitalizado. Esa furia, sí: la misma, también, que durante el franquismo se promocionó como signo identitario, aunque la polémica procedía de los años veinte e incendió las imprentas de los periódicos en los Juegos de París 1924 y Amsterdam 1928 por el fracaso del equipo nacional.
La realidad de la furia es consecuencia directa de la entrada de la selección española en su primera competición internacional por la puerta grande, pues sin experiencia previa ni amistosos brilló para sorpresa de sus rivales -con buen fútbol- y también, por lo que los cronistas dejaron escrito, por saber responder con la misma dureza las tarascadas de los adversarios. Eso y una frase para la historia. El "¡a mí, Sabino, que los arrollo!", de Belauste (José María Belausteguigoitia) a Sabino Bilbao ante Suecia (jugada que acabó en gol y con varios suecos por el suelo). Figuraba en las memorias de Ricardo Zamora, o el "Sabino, a mí el pelotón que los arrollo" en versión del libro del vigués Manuel de Castro, certificaron la furia. Con variantes para Bru ("a mí, Sabino, que los arrollo"); matices ("a mí, Sabino, que los arrollo a todos"), según 'Fielpeña' (Juan Peñafiel Alcázar) o Félix Martialay, dos prolíficos periodistas, o el masajista de España, Manuel Lemmel ("tíramelo a mí que los arrollo").
Aquel equipo del comité seleccionador Ruete-Berraondo-Bru estaba compuesto por catorce vascos (el realista Eizaguirre se fue por la titularidad de Zamora), cuatro catalanes y cuatro gallegos. Las presiones de las federaciones regionales habían sido terribles (en lugar de un combinado, querían que fuesen equipos completos, justo como después haría Galicia en el Campeonato de las Regiones de 1924, que llevó al Celta con Frank Cuggy de entrenador), aunque Vigo salía ganadora. De hecho, la primera parte de la preparación previa fue en Coia. Vital para una convocatoria con varios viguistas.
Pero, ¿cuál fue el papel de la representación gallega? Importante, sin duda. A los jugadores habría que añadir el rol de Manuel de Castro, “Handicap”. Acudió como colaborador de la selección nacional, su figura ya gozaba de peso a nivel nacional y, además, fue también auxiliar en los Juegos. La normativa de aquella época permitía que cada selección aportase su linier y “Handicap” fue el línea en el Suecia-España del 1 de septiembre.
"Yo, que estoy actuando de 'linesman', temo que el partido se malogre por la violencia en el juego. Como el ambiente no es neutral, ni menos legal, 'barro' cuanto puedo con el banderín, imitando a mi 'camarada' sueco del 'out' opuesto. Todo ello sin hacer caso a las amenazas del público escandinavo Había que ponerse a tono”. Así explicaba 'Handicap' su contribución al día de la furia, según el libro que publicó a la vuelta de Amberes, "El football olímpico", años después reeditado como "Las gestas españolas en la Olimpiada de Amberes", que se convirtió en referencia por ser obra de un testigo directo.
Otero, que jugó el primer partido de octavos de final contra la subcampeona olímpica Dinamarca, acabó lesionado. Volvió el 2 de septiembre ante Italia (cuarto duelo), con victoria (2-0), coincidiendo con Moncho Gil, que debutaba en el extremo. Fue la única oportunidad en los cinco partidos jugados por España que la selección contó con dos viguistas en el once inicial.
Antes, en cuartos ante Bélgica (derrota 1-3), Joaquín Vázquez se alineaba en la delantera. Sería su único partido, el primero y último también como internacional. 
Gil llegaría más lejos en Amberes: disputó la final por la plata para sumar su segunda internacionalidad. Al regreso, todos serían agasajados en Vigo. González, que no jugó, recibiría una medalla olímpica posteriormente, como los otros futbolistas que no disputaron la final.
En aquella selección con Zamora de portero -estuvo magnífico en todos los partidos-, Samitier o Pichichi, a Gil lo resumiría Berraondo en sus memorias inéditas que recoge Martialay en uno de sus libros sobre Amberes como "notable también. Con facilidad grande para centrar y desmarcarse en internadas peligrosas". Y a Otero, "caballerosidad y sencillez en el juego y fuera de él, unido a colocación impecable, extraordinario juego de cabeza y experiencia profunda del juego".n
  
 

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