Durante las últimas semanas del confinamiento por el coronavirus, la comidilla futbolística ha girado en torno a la fórmula a emplear para resolver las distintas competiciones. En el caso de las que dependen de la RFEF, habrá fumata blanca en una semana. El próximo viernes se reunirán por vía telemática los doce miembros de la Comisión Delegada de la Federación para pasar de proponer a decidir. Coruxo y Celta B (Segunda B), Choco, Alondras, Rápido y Pontellas (Tercera) y Atios (Preferente en puesto de ascenso) estarán muy pendientes de la decisión que se tome.
El modelo sugerido el pasado 14 de abril, que contemplaría ascensos pero no descensos, es el que cobra más fuerza para ser aprobado, pese a la oposición de un buen número de clubes que entienden que ese aumento de equipos implica comprometer el futuro de las categorías. Esta iniciativa recoge una promoción exprés para decidir qué equipos suben. En caso de no poder disputarse por razones de seguridad sanitaria, se daría por ascendidos a los que marchaban en primera posición cuando se decretó el estado de alarma y se paralizaron las competiciones, hace ya un mes y medio.
Pero los problemas a los que se enfrenta la Federación son varios. El primero, derivado de tomar una decisión sin un consenso mayoritario entre los clubes, es enfrentarse a un reguero de reclamaciones y de denuncias. En ese sentido, la solución que más seguridad jurídica daría al ente sería cancelar la temporada. Sin ascensos ni descensos.
Otro contratiempo es la incertidumbre. Porque no está nada claro que la competición pueda arrancar con normalidad en agosto o septiembre y la viabilidad económica de muchos clubes está en peligro si tienen que jugar a puerta cerrada. Todo ello con la complicación añadida de una Tercera División con 24 equipos -y la posibilidad de partirla en dos grupos al estilo Preferente- y una Segunda B con 98, abocada a una reestructuración. La solución, en una semana.
