Lorenzo Envó, 17 años en el Amfiv

"Soy temperamental; una buena guerra, no la rehuía"

Lorenzo Envó se instaló con su familia en la ciudad de A Coruña.
photo_camera Lorenzo Envó se instaló con su familia en la ciudad de A Coruña.
Lorenzo Envó (Guinea, 2 de febrero de 1978) llegó al Amfiv en el verano de 2002 para convertirse en referencia del conjunto vigués durante 17 temporadas. Sólo cambió Vigo un curso para recalar en el Bilbao. Santo y seña de la entidad, trabó una profunda relación con Pablo Beiro, fundador del club y presidente hasta su fallecimiento en 2015. El domingo se anunció su marcha del equipo, en el que, aparte de una trayectoria individual notable, obtuvo el título de Challenge Cup en 2017 en Vigo. 

¿Por qué decide dejar el Amfiv?
Ya llevaba mucho tiempo jugando y, aprovechando la nueva normalidad, mi familia y yo nos vinimos definitivamente a vivir en A Coruña. Había que tomar una decisión con la reapertura de los colegios y optamos por establecernos aquí porque también reside la familia de mi pareja. Cuando llegué, el Amfiv era un club ascensor y ahora ya no pelea por eso. Está consolidado en la categoría y viene gente joven que tiene que tomar el relevo. 

Además, es inviable estar todo el día en la carretera para entrenar y jugar.
Estar viajando, arriba y abajo... Además, en el supuesto de que las pequeñas dieran positivo por Covid-19, hay que quedarse en casa con ellas y no podría combinar con mi pareja. Es lo que comentaba, está entrando una nueva hornada de jugadores. Con los que empecé yo, ya lo han ido dejando casi todos. 

¿Cómo fue el momento de comentárselo al club?
Como fue el tema del coronavirus, no se está jugando y sí que le quitó un poco de dramatismo. Era algo que tenía pensado desde el comienzo de la anterior temporada. Me costó, pero se lo comenté a Chechu Beiro (actual presidente) y él también lo entendió. Ahora toca abrir una nueva etapa de mi vida.   

¿Seguirá jugando a baloncesto?
Seguro que sí, porque los que somos de poliomelitis –su enfermedad– no podemos dejar de hacer deporte. No puedes engordar porque después, no nos mueve nadie. En A Coruña no hay equipo, pero estaré cerca de algún conjunto de aquí. El Ferrol tiene uno y seguro que estaré con ellos. Parar de todo no lo haré, pero sí que es el momento de moverme porque viene bastante gente detrás y hay que dejarle la plaza.  

Llegó con poco más de veinte años a Vigo e hizo su vida aquí. 
De pequeño, estudiaba en Canarias, en Las Palmas. Veía el mapa y decía: en Vigo, Galicia. Ahí llueve mucho. No me veo viviendo allí nunca... Y mira, compré una casa y me casé. Pablo Beiro (expresidente del Amfiv) me hizo ver las cosas de otra manera. Además del deporte, me enseñó que había otras cuestiones por las que pelear.

¿Tenía una relación estrecha con Pablo Beiro?
La verdad es que sí. Habrá presidentes de su estilo, pero él siempre ofreció mucha cercanía al jugador. Y, sobre todo, a los problemas extradeportivos que teníamos. Si no podía irme a Sevilla en Navidad, me permitía ir a la suya. También tuve problemas para buscar casa, se lo comenté, y me ayudó. Siempre, en cualquier cosa que podía, estaba ahí. También él sabía que conmigo las cosas era más fáciles. Venimos de generaciones diferentes. La de Pablo Beiro jamás pensó en jugar y ganar dos duros con esto. En la mía, nos metimos en el baloncesto para viajar un poco y abrirnos a nivel laboral: estar en un equipo te ayudaba a encontrar un trabajo. Y, hoy en día, la generación de Agustín Alejos, ya creció con más comodidades. La nuestra no fue fácil, pero la de Pablo Beiro entiendo que fue peor. Empezaron a jugar en colegios con pista de alquitrán y a hacer exhibiciones cuando nadie los conocía. Yo entré en una época con viajes complicados, pero ya eran otras circunstacias y, ahora, la situación es mejor, con buenos viajes y comida. Me acuerdo que hace años, en los desplazamentos, ibas a Madrid y ya aprovechabas para jugar dos partidos comiendo un bocadillo en el medio. Gracias a dios, las condiciones mejoraron. Pablo Beiro enfocó el club a eso y también a lo extradeportivo. Era educar a la gente y sacar a los niños para integrarlos en la sociedad a través del deporte, que es el principal objetivo del Amfiv. 

Supongo que los títulos son una recompensa, pero ayudar a la integración y a compañeros que igual no lo pasan bien es toda una satisfacción. 
El camino no ha sido fácil. En la generación de Pablo Beiro e, incluso, en la mía, los minusválidos todavía eran vistos como bichos raros. Muchos apenas podían salir de casa porque se les veía mal. Ahora, ya se tiene más asumido. Por eso también fue importante la tarea del Amfiv y el baloncesto en silla. Siempre fue una disciplina muy inclusiva, de toda la vida se jugó mixto, con mujeres y hombres en los mismos equipos. También es algo bonito de esto. Es un altavoz para salir a la calle y también para viajar. 

Con el título de Challenge Cup, se le escapó alguna que otra lágrima.
A mí y a todos. Eso no era sólo un título, era algo que tenía mucha carga emocional. No sólo para mí, también para compañeros que tuvieron mucha relación con Pablo Beiro como Julio Vilas y Agustín Alejos. Todos sabíamos la ilusión que le hubiera hecho a él y, al ganarlo, fue un peso que me quité yo, pero también otros muchos, de encima. Antes de terminar en el club, pudimos conseguirlo y con el pabellón lleno en casa, que también fue muy emocionante. 

Quién le iba a decir a usted que jugaría con el pabellón lleno.  
Nunca lo pensé. Pablo Beiro siempre me decía: nunca verás una pabellón lleno. No te vuelvas loco. La verdad es que nunca pensé poder estar en una pista así, pero las veces que se organizó la competición europea en la ciudad, fue con mucha gente. Tanto la que perdimos, como la que ganamos. Se trabajó muy bien en acercar el deporte a la ciudad. El esfuerzo hecho ha tenido su sentido y se avanzó mucho en dar a conocer el deporte. Tenemos que estar orgullosos por conseguirlo. 

Renovó año tras año y perdiendo dinero en muchas ocasiones. 
Tuve temporadas buenas y los equipos llamaban. Tanto de España como del extranjero, pero valoré otras cosas. Podía irme y ganar dinero, pero ¿cuántos años? Además, yo ando con hierros, y me podía caer o tener un accidente. No somos futbolistas que vamos a ganar millones. Lo importante era tener un futuro, saber lo que quería hacer de mi vida y cómo. No puedes empezar a dar vueltas de un equipo a otro y, cuando terminas, ¿qué haces? Y, aparte, yo llegué y se me acogió muy bien. Sentí ese cariño de la gente, que me preguntaban cuándo jugaba y después venía al pabellón a vernos. La gente de los bares, que me conoce. Y muchos amigos que fui haciendo y me trataron como si fuera un ídolo. Es algo bonito y que no se ve en otra ciudad. Vine de Sevilla, que allí ganamos todo, y la gente no sabía ni lo que hacías. Aquí sí que sientes que te siguen y reconocen. 

¿Es cierta esa leyenda de que los rivales lo temen?
Ahora menos, menos. Pero sí, los rivales me conocían bien y sabían que yo era muy temperamental. Que era muy bueno, muy bueno, pero me calentaba rápido. Entonces, como no me podían parar a nivel deportivo, intentaban hacerlo sacándome de mis casillas, con entradas fuertes, juego subterráneo, golpes... Siempre lo intenté trabajar, pero nunca lo conseguí. Creo que todavía soy más temperamental ahora, voy a peor con los años. Una buena guerra no la rehuía nunca. Donde había barro, ahí iba yo. Pero en determinadas circunstancias era necesario hacerlo porque, cuando no te conocen, la gente tampoco te respeta. Y había que imponerse. 

Esos años en los que le pegaban todas en todas las jugadas e igual pitaban la mitad.   
Ellos también jugaron con eso. Los rivales saben que te pitan una o dos, pero no van a señalar todas si estás dando continuamente. Y tu cuerpo las recibe igual. Te cansas de eso y, si podía, también las devolvía yo. Con los años, ya sabían que, si me daban, después la iba a devolver. El deporte antes también era más así, un poco sucio. Ahora es algo más elegante, sin tanta artimaña subterránea. En mis tres primeras temporadas, tuve que cambiar la silla porque, con los golpes, se rompieron todos los años. Para que veas el nivel de contacto.n  

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