Como en las grandes ocasiones. Y ayer lo era. A Sangriña vistió su mejor gala en una tarde inolvidable en la que, como se suele decir, el pabellón guardés fue la octava jugadora en pista para el conjunto de rojo. Y es que un millar de personas abarrotaron el recinto para animar a su equipo desde el minuto 1 hasta el 60. Intensamente, animosamente, incesantemente.
La fiesta comenzó antes. Mucho antes. A las 17:00, las jugadoras llegaron en medio de una humareda que lo cubría todo. Las bengalas iluminaban, los bombos atronaban y las gargantas empezaban a rascar. El partido empezó a ganarse sin poner un pie dentro del pabellón.
Una vez en la pista, ya con el calentamiento, el aire sabía distinto. Sabía especial. El coqueto y recién reformado edificio es ahora luminoso y acogedor. Pero para los equipos rivales, sigue siendo un Inferno. Y un maremoto. Porque la Marea Azul de Cangas acudió a la llamada de O Inferno, peña hermana, y juntas llevaron la pauta de la animación en una tarde ya inolvidable para cualquiera que la haya vivido. No será la última. El conjunto miñoto volverá a disponer de su arma de destrucción masiva en una final a doble partido. El Guardés jugará otra vez con ocho.