Alpinismo

Aqila Hashimi, refugiada afgana en Vigo y alpinista: "Cualquier mujer que destacara, como yo, corría peligro"

Aqila Hasima, en un rocódromo de Vigo, donde practica ahora el alpinismo, lejos de los montes de su país.
photo_camera Aqila Hasima, en un rocódromo de Vigo, donde practica ahora el alpinismo, lejos de los montes de su país.
Aqila Hashimi se instaló con su familia tras escapar de los talibanes: “Cualquier mujer que destacara, como yo, corría peligro; en Afganistán se creía que el montañismo era sólo para hombres pero las mujeres también pueden”

Sobrevivir puede convertirse en la mayor montaña del mundo. No es una simple forma de hablar. Para la alpinista afgana Aqila Hashimi es la dura realidad. Acostumbrada a hacer cumbre en las montañas más altas de su país, como su techo, el pico Noshaq (7.492 metros), tuvo que abandonarlo todo con la entrada de los talibanes en la ciudad de Kabul.

“Estuve tres días en casa y después pasé a la clandestinidad junto a mi familia. Nos ayudó nuestra tía y, un mes y medio después, pudimos volar a Pakistán. Pero solo pude ir yo y dos hermanas”, relata. En el proceso recibieron la ayuda de la organización ‘Too Young to Wed’, especializada en este tipo de trámites. Su madre y dos varones, sin permiso de entrada en el país vecino, viajaron en coche hasta la frontera. Tras pasar diez días acampados, cruzaron la raya, que era de la salvación.

La decisión resultó acertada porque la afgana escuchó que, una vez abandonada su casa, los talibanes acudieron hasta en tres ocasiones en su búsqueda y en la de su familia. “La mujer que venía haciendo una vida normal con su trabajo, que iba a la universidad o al colegio, perdió esta opción. Quieren relegarla al ámbito doméstico”, resume. La alpinista tenía sobre su espalda una doble amenaza, al ser un personaje público y destacado en el deporte y, además, trabajar para una ONG americana en Kabul, su lugar de residencia. A ello añadió que “mi padre era policía y fue asesinado en 2018. Una de mis hermanas estaba en el ejército”. La huida era la única opción para poder seguir con vida tras trabajar con estadounidenses, en su caso, y ser parte del ejército fiel al gobierno anterior, en el de la hermana. 

Ante esta situación, Aqila y dos de sus hermanas obtuvieron un salvoconducto para volar a Pakistán. No llegó el trámite para su madre y otros dos hermanos. Ellos tuvieron que cruzar el país en coche y acceder de forma irregular al país vecino. Para ello, pasaron diez noches acampados en la frontera. 

“Ellos entraron de forma incorrecta al país y nos hicieron esperar mucho tiempo para poder tomar un vuelo a Europa como refugiados. Incluso tuvimos hasta cinco billetes que, en el último momento, se nos denegaron”, explica la alpinista. Pero los problemas en Pakistán no quedaron ahí, debido a que “nos pusieron una multa de 4.600 dólares, que nos ayudaron a pagar la Federación de Montañismo de Valencia, amigos y familiares”, relata. 

Y, de esta forma, llegó a Vigo a través de Madrid. El motivo es que, al viajar seis miembros de la misma familia, para reubicarlos se tenía que mantener la unidad familiar. Llegaron a Vigo gracias a la ONG Provivienda. “Vamos a clases de español todos los días. La prioridad ahora en Vigo es poder encontrar un trabajo yo o mis familiares”, resume. Después, con el tiempo, espera regresar al ámbito deportivo. Algo que no puede ser una prioridad en un momento en el que “empiezo a entender la cultura de aquí, a comunicarnos y a hacer amigos. Esto es un punto positivo", reflexiona. 

En la ciudad se encontró con el apoyo del Alud, de Montañeiros Celtas y de la Federación Galega. Todas las entidades le cedieron la ficha gratuita tras conocer su extenso palmarés deportivo y pese a que, en la actualidad, atraviesa algunos problemas de menisco. 

El paso de Pakistán a España llegó por una de esas casualidades de la vida: “Una compañera con la que trabajaba en Afganistán conocía el país. Me habló muy bien de él, de la amabilidad de la gente y de las costumbres. Por eso, a la hora de escoger un país para escoger asilo, puse España”. Una decisión que podría ser fruto de la pura casualidad, pero que terminó con Aqila Hashimi y toda su familia a orillas del Atlántico, lejos de Kabul y de las montañas afganas que ascendía con un equipo precario y cierto peligro en medio de la nieve. Lo hacía lejos de la capital, Kabul, en lugares rurales donde adentrarse una mujer sin burka ya tenía riesgo en un país como Afganistán, que acumula años de conflictos armados. No obstante, hasta el momento, la única montaña que obligó a emigrar a la alpinista afgana no estaba en la cordillera de Hindu Kush, se encontraba en el fanatismo del ser humano. Es la pared infranqueable que obliga a la huida.

“En 2022 tenía previsto ir al K2 y en 2023, al Everest”

Aqila Hashimi reside en Vigo junto a su familia e intenta rehacer su vida tras la huida de Afganistán. Retomar la carrera como alpinista no es una prioridad, pero sí una ilusión para una deportista de alto nivel que ya tiene en su palmarés la cumbre de las ocho montañas más altas de su país de origen, entre ellas el Noshaq con sus 7.492 metros, tras comenzar en el mundo de la montaña en 2017. 

“Mi equipo y yo, antes de esta última toma del poder de los talibanes, teníamos planificado para el año 2022 intentar ascender el K2 en Pakistán y el Everest estaba en la agenda para 2023”, relata. Toda una planificación que se truncó. En la actualidad, cambiaron las prioridades, para la alpinista afgana admite que “en el futuro espero retomar el alpinismo. En la mente ya tengo el Mont Blanc y la opción de ir al Everest siempre estará ahí”. Y, de afrontarlo, expresa que “me gustaría hacerlo con el apoyo de la federación gallega”. 

A los 33 años, todavía tiene tiempo para volver a comenzar su vida y continuar demostrando que “el alpinismo también es para las mujeres. En Afganistán se pensaba que el alpinismo y el montañismo era solo para hombres, pero las mujeres también pueden practicarlo”, resume Aqila. Es más, añade que “cualquier actividad que implique dureza y sacrificio también la puede hacer una mujer. Mi objetivo siempre ha sido la promoción del aplinismo y creo que otras mujeres, siguiendo un poco mi ejemplo, se han iniciado en esta práctica”. 

La deportista vivió expediciones de gran dureza y con medios limitados. En las más duras, en solitario o con una única compañera, Fatima Soltani. En otras, el grupo femenino era mayor, ya que Aqila perteneció a dos equipos de montaña en su país -Qachar y Hike Venture Afghanistan- en los que había igual número de hombres y mujeres. Pasos dados entre las dificultades de la pobreza y un país en guerra. Durante años, hacer una expedición ya tenía peligro y, en la actualidad, parece imposible para una mujer en Afganistán.

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