Una tarjeta roja por una entrada mal medida le mandó a la ducha antes de tiempo hace dos semanas contra la Real Sociedad. Parecía que el mundo se había acabado para Pape. Pero no fue así. Nunca lo es. El fútbol siempre da revanchas. Y en el debut de Óscar García en el banquillo celeste, el canterano céltico tuvo la suya. Defensa hacia adelante, presión tras pérdida e igualdad numérica en la zona ancha. Riesgos. Cheikh aceptó el reto y lo superó.
Sobre todo en la primera mitad. El senegalés neutralizó casi por completo a De Jong con su intensidad en la presión, lanzó al equipo hacia adelante tras cada pérdida y en cada inicio de juego culé y, además, generó situaciones de peligro cuando conseguía salir en conducción. Estampida. En una de estas acciones, en las que sale a relucir su potencial, recuperó en el medio ante Messi -nada menos- y cabalgó con elegancia hacia la frontal. En el momento de tomar la decisión final, el astro argentino trató de quitarle la pelota pero el árbitro decretó falta. Olaza la aprovechó para empatar.
En la segunda parte, como al Celta al completo, se le acabó el gas. Pero el equipo puede aprender de Pape que lo importante no es caer, sino ser capaz de levantarte.