Balonmano

Se nos rompió el amor

La ya exjugadora sonríe, con el puerto de A Guarda de fondo, en un soleado día en la preciosa localidad miñota.
photo_camera La ya exjugadora sonríe, con el puerto de A Guarda de fondo, en un soleado día en la preciosa localidad miñota.
Sandra Santiago señala que la pérdida de pasión motivó su decisión de retirarse del balonmano con tan sólo 27 años pese a firmar una sensacional temporada con el Guardés: “Ya no era lo mismo”

Decía la canción que el amor se nos rompió de tanto usarlo. Si es por una cuestión de tiempo, es difícil pensar que de ahí nazca la retirada del balonmano de Sandra Santiago, con tan solo 27 años. Tampoco de falta de opciones para seguir. Todo lo contrario. La cañonera portuguesa viene de firmar una temporada extraordinaria con el Guardés, del que se va como la máxima goleadora de su historia en competiciones europeas con 116 tantos. Pero, ¿qué se puede hacer con el amor? ¿Qué se puede hacer si es cosa de él? “Ya no es lo mismo”, apunta con serenidad Sandra al otro lado del teléfono. “En los últimos partidos volví a disfrutar mucho. Supongo que, por eso, todavía me duele. Lo sigo queriendo, pero de otra manera”, apostilla.

No. No está relatando una ruptura sentimental. O quizás sí. El caso es que la decisión está muy meditada y muy decidida. “Desde el año pasado, la verdad”, confiesa Santiago. Su timidez, que contrasta con su juego explosivo, le hace quitarse importancia. Humildad. Le cuesta hablar de sí misma, pero poco a poco lo hace. “El día del anuncio estaba muy nerviosa. Era como que se volvía real”, reconoce. “Pero ahora estoy segura de haber tomado la decisión correcta. Lo sé porque me siento aliviada”, apunta la bomba de Águeda, que profundiza en su desactivación. “Sentí que no disfrutaba igual, que era una obligación. Me sigue encantando, pero ya no es algo que necesite para sentirme completa. Cuando dejas de sentir esa pasión, no tiene sentido seguir alargando esto”, comenta con un punto de tristeza.

“No sabría explicar muy bien esta necesidad, pero sí sé que los últimos años fueron muy duros. Sobre todo el anterior. Jugar me causaba mucha ansiedad y necesitaba dejar de encontrarme así”, relata Sandra con sinceridad. A corazón abierto. Y a rodillas, que también tuvieron su parte de culpa: “Un 60%, diría”. Santiago acumula dos roturas de cruzado en la derecha y otra en la izquierda. Esto derivaba en terribles dolores. “Sobre todo, después de los partidos. Pasaba días muy malos”, expresa. En ese sentido, lo tuvo claro: quería retirarse ella y no que lo hicieran sus rodillas. “No quería llegar a ese punto ni a que me afectase a mi vida diaria. Tengo que pensar en mi salud”, proclama con rotundidad.

Ese fin de trayecto no le impidió cuajar una temporada sensacional. Muy probablemente la mejor de su carrera, que ahora termina. La bomba de Águeda explotó 214 veces: 126 goles en Liga, 18 en Copa y 70 en la Copa Europea, que la confirman como la máxima anotadora de la historia del Guardés en las competiciones continentales -116 en total-. “Me voy muy contenta de dejar esta huella en el club”, concluye. Así, con la cabeza alta, termina una trayectoria. Se nos rompió el amor. O, al menos, cambió su enfoque. Al balonmano le costará superarlo. 

“Me dolió la final; habría sido bonito retirarme siendo campeonas”

En una carrera deportiva siempre quedan cosas pendientes o espinas que quitar. Es inevitable. Sandra Santiago se va tranquila con todo lo que le ha dado al balonmano y al Guardés. Pero, seguramente porque aún es reciente, la herida de perder la final de la Copa Europea contra el Konyaalti sigue abierta. “Me dolió. Mucho”, confiesa. “Habría sido bonito retirarme siendo campeonas”, reconoce. Pero el tiempo lo cura todo. O lo intenta. “Ahora  miro esta medalla de plata y siento que para conseguirla tuvimos que ganar muchos partidos. Y eso también es algo para valorar”, sostiene. Es más,  esta final quitó otra espina, la de la Copa de la Reina del año pasado, en la que el Guardés también fue subcampeón -cedió con Málaga- y que la cañonera de Águeda se quedó sin disputar por una lesión de hombro. “Me alegré mucho por el gran trabajo de mis compañeras, pero me dolió un poquito no haber podido ayudarlas desde dentro”, recuerda.  

Una trayectoria que empezó como pivote en Valongo do Vouga, localidad vecina a su Águeda local. Su crecimiento la llevó a la primera línea, a ganar títulos y a ser internacional. “Fue cuando entendí que quería jugar a este nivel", recuerda. Luego vino el sufrimiento de tres operaciones de cruzado y la esperanza de la llamada del Guardés. “Fue una ilusión enorme porque ya no contaba con ello”, destaca. Esa llegada a O Baixo Miño hace cuatro años fue “muy fácil” gracias a dar el paso con su compañera Patrícia Lima. “Casi siempre estuvimos juntas”, rememora. Ahora, una se va a Málaga y la otra deja el balonmano. El fin de una era. 

“El despido de Abel me sentó fatal: no fue justo”

Sandra Santiago aplazó un año su retirada. Ya quería dejarlo el verano pasado. Pero el nombramiento de Abel González como primer entrenador propició la prórroga. “Quería trabajar con él, darnos la oportunidad”, sostiene, al tiempo que se deshace en elogios hacia el técnico asturiano, despedido a mitad de temporada. “A mí me sentó fatal. Los resultados no llegaban, pero era culpa de todos. No creo que empezásemos a jugar mejor por su salida. Fue solo que nos mentalizamos y nos dimos cuenta de que teníamos que espabilar. Ese cambio se asocia a la salida de Abel y no es justo”, destaca la primera línea lusa, agradecida a la “confianza” que le dieron tanto el propio técnico como Ana Seabra. “Antes no la tenía. Me dieron seguridad y gracias a ella pude jugar mejor”, subraya.

Nueva vecina de Vigo y un futuro con los animales

La nueva vida de Sandra Santiago implica una mudanza a Vigo, donde vivirá con su pareja. En la ciudad, la ya exjugadora del Guardés aspira a trabajar con animales. Santiago estudió Biología -aunque no la acabó- y se sacó un curso de auxiliar de veterinaria. “Me gustaría ejercer”, reconoce, al tiempo que no descarta estudiar la carrera en el futuro. Y sin perder de vista el balonmano. “Seguiré yendo a A Sangriña a ver los partidos”, advierte para terminar. 

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