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Mamá con el corazón roto

Fátima Suaré compagina el balonmano con la profesión de enfermera.
photo_camera Fátima Suaré compagina el balonmano con la profesión de enfermera.
Fátima Suaré compagina el balonmano en Porriño con la enfermería en las residencias de  Barreiro y Cangas: "Siempre me protegí bien, si yo caigo caen muchos mayores" .

Fátima Suaré decidió a los 29 años que era el momento de compaginar el balonmano con su profesión, la enfermería. La portuguesa optó por dar el paso en el Conservas Orbe Porriño, pero no podía adivinar que el destino le haría vivir en primera persona la pandemia del coronavirus. Comenzó en octubre en la residencia de la tercera edad de Barreiro y en marzo pasó a la de Cangas. "Una tarde, al llegar para hacer el turno de noche, una compañera me indicó que una de las pacientes tenía tos. Comprobé que comenzaba a tener algo de fiebre y llamé al 061. Insistí bastante para que vinieran a buscarla y hacerle la prueba", relata la jugadora de balonmano y enfermera. 

Fátima Suaré compagina el balonmano con la profesión de enfermera.

Eso sí, nada más llegar el equipo médico se dio cuenta que "teníamos nosotros mejores equipos de protección que ellos. Era el principio de esta situación y les tuvimos que dejar material". Así trasladaron a la afectada. Suaré informó a su familia y pidió que le dieran noticias. No obstante, se enteró al día siguiente cuando "llegué para hacer el turno, estaba firmando y ya me dijo una compañera que era positivo. Claro, ya te asustas y te pones a pensar. ¿Estaba bien protegida? Sí, lo estaba", rememora. A partir de ahí comenzó una escalada de positivos en la residencia de ancianos en la que trabaja la jugadora lisboeta. Una situación que era fácil de pronosticar tras conocerse el primer caso. "En la de Barreiro ya se habían conocido casos, aunque en la de Cangas, no. Pero comenzaron a hacer tests a todos y y de 151 sólo dieron negativo 37. De un momento a otro, todo cambió", relata Suaré. Y todo esto con miedo. Pero la enfermera demostró templanza y también profesionalidad porque "yo siempre me protegí bien porque mi pareja es diabético y mi madre tiene problemas de corazón. Aun así, aunque tomes precauciones puedes contagiarte igual. También sabía que, si soy enfermera y yo caigo, iban a caer muchos mayores porque tengo contacto con ellos". No obstante, sus precauciones dieron fruto porque ya pasó dos tests y, en ambos, libró la enfermedad. 

Continuó trabajando mientras observó como compañeros tenían que tomar la baja y también como aquella señora "se recuperó bien, apenas tuvo síntomas". No obstante, sí fallecieron muchos de los ancianos de ambos centros. "En Barreiro estuve desde octubre y tenía mucha relación con los ancianos. Escuchar que van cayendo, que están enfermos y que algunos mueren, es complicado", relata Suaré. A pesar de su locuacidad y ser una persona positiva, se entristece al explicar que "se dice que ya estamos preparados, que estudiamos para eso, pero no. El corazón siente y es mucho tiempo con ellos. Yo soy una persona que no paro, me gusta conocerlos y hablar con los familiares. Cada vez que estaba por allí ya me decían, ahí está la morenita, la morenita. Y ahora, saber que muchos de ellos ya fallecieron, me corta el corazón. Eran gente de setenta u ochenta años, pero podían vivir mucho más". 

Una situación dura y que cambió sus condiciones laborales porque "hubo que organizar la residencia de forma distinta. Aislar a los no contagiados y tomar muchas precauciones". De hecho, las residencias de Cangas y de Barreiro pasaron a estar bajo la tutela del Sergas. "Llegó personal y nos ayudaron mucho. Pasamos de estar con una enfermera por la noche a estar muchas por turnos y con médicos de forma continúa. Ya fue otra cosa". 

En todo caso, será una realidad que quedará en la memoria de Fátima Suaré, una jugadora de balonmano que sacó los estudios de enfermería en Córdoba hace unnos años, pero que "el año pasado me planteé comenzar a trabajar y a compaginarlo porque ya tengo 29 años y quería hacer currículum". La pasada primavera ya tuvo una llamada de Barreiro, pero optó por otra oferta en Portugal hasta el otoño cuando "volví a mandar la solicitud y me llamaron rápido". Y, como trabajadora y deportista, la lisboeta encontró una buena ayuda en la dirección del centro. "Me ayudaron muchísimo. También yo me porto muy bien, siempre que había un hueco por una cuestión personal, me pedían si podía hacerlo. Y yo decía que sí. Antes de rellenar el cuadrante de turnos, me pedían mis horarios de partidos y de entrenamientos, para poder adaptarse", explica. 

Además de su labor profesional y deportiva, en el Conservas Orbe Porriño también ejerce de particular tutora de cinco jugadoras jóvenes. Andrea Fernández, de 18 años, y las juveniles Ithaisa Trigo, Anastasija Doder, Marta da Silva y Laura Magdaleno, de 16. Conviven en una casa y "soy la mamá. Es un proyecto muy bonito porque Abel Estévez quiso traer a cuatro jugadoras que eran muy buenas en sus clubs y que igual no iban a tener tanta proyección como en Porriño porque aquí entrenan a un nivel alto, muchos días con el equipo de División de Honor. A la vez, también le tenemos que dar unas rutinas para que puedan ser autónomas y, además, estudiar. Y son chicas que son buenas jugadoras, van todas a las selecciones gallegas y en el colegio son de sobresaliente".
Eso sí, explica que los primeros meses fueron duros porque "tienes que madurar y convertirte en una persona autónoma, pero en noviembre ya estaban adaptadas a la vida en O Porriño". Y, por si acaso, estaba Suaré para aconsejar, hablar, reconducir y también reír mucho. "Siempre estamos de broma", reconoce. 

Después, a la hora de entrenar, la madre en el equipo y las jóvenes se buscan los puntos débiles. "Las busco y le digo: ven para aquí, ven para aquí, que la mamá hoy te va a pegar. Aunque hay días que, madre mía, también ellas me dan. Esos les digo, no hay carne para nadie, a cenar sopa. Pero, son muy buenas, de mucha calidad", reconoce una Suaré encantada en O Porriño y que, estos días, medita una continuidad en el equipo que parece encaminada.

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