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El juego del gato y el ratón

Rubén Blanco detiene el remate de un jugador bético en el partido disputado en la mañana de ayer en Balaídos.
photo_camera Rubén Blanco detiene el remate de un jugador bético en el partido disputado en la mañana de ayer en Balaídos.

El Celta se ha convertido en un equipo sin alma, sin identidad, frágil, hueco, falto de la mínima confianza.

Pese al innegable esfuerzo de la mayoría de sus jugadores -no se puede incluir a Boudebouz entre ellos, por ejemplo–, el conjunto celeste pareció ayer un juguete en manos de un Betis sólido, pleno de confianza y que sabe perfectamente a lo que juega desde hace mucho tiempo. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que el Celta se comportaba sobre el campo como lo hizo en Balaídos el conjunto andaluz: siendo el protagonista del encuentro, dueño de la pelota, siempre al ataque, alegre y confiado. Ayer sólo fue un ratón entre las garras de un gato verde.

Del 5-4-1 al 4-4-2
Fran Escribá ha querido poner su sello desde el primer encuentro. Del 5-4-1 que utilizó Miguel Cardoso en su último partido, frente al Eibar, el técnico valenciano pasó a un 4-4-2. Aunque solamente hubo dos cambios en el once titular –entraron Boufal y Boudebouz y salieron Hoedt y Jensen–, la modificación del sistema resultó evidente, con una línea de cuatro defensas, en la que se mantuvieron en el centro Néstor Araujo y David Costas, un doble pivote formado por Okay y Lobotka, con Brais y Boufal en las bandas, y Boudebouz y Maxi Gómez en punta.

Correr tras el balón
El Betis obligó al Celta a correr detrás del balón durante la mayor parte del encuentro. El equipo andaluz, especialista en mantener el control de la pelota –logró al final un 62,3 por ciento de posesión, por el 37,7 del cuadro celeste–, elaboró con paciencia y encontró la manera de superar el entramado defensivo de los vigueses filtrando balones a la espalda de los dos pivotes. William Carvalho, Guardado, Canales y Lo Celso hicieron sufrir como nunca a Okay y a Lobotka.

Presión sin confianza
El Celta trató de sacar provecho del empeño del Betis en sacar siempre el balón jugado desde atrás y para ello empleó una presión alta que funcionó pocas veces por falta de confianza o de preparación. Cuando salió, sin embargo, los vigueses pudieron hacer daño al equipo de Quique Setién, como en el minuto 27, cuando una recuperación cerca del área andaluza terminó con un remate desviado de Maxi Gómez. Otra combinación celeste en campo rival, a la media hora, terminó con un disparo a las nubes de Brais. Fueron los mejores momentos del Celta.

Una lesión que da alas
Pese a su palpable inferioridad, el Celta logró llegar al descanso con la portería a cero, pero una acción imprevista cambió el encuentro. En el minuto 52, Francis se lesionó y tuvo que dejar su puesto en el lateral izquierdo bético a Cristian Tello. El exbarcelonista pasó a protagonizar casi toda la producción ofensiva de los visitantes, para disgusto de Hugo Mallo, y tras varios avisos una jugada suya terminó en el gol de Jesé, un tanto que hizo justicia a lo visto sobre el campo. n

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