Hasta la décima lesión

Anaír Lomba se emocionó ayer al anunciar su retirada del fútbol.
photo_camera Anaír Lomba se emocionó ayer al anunciar su retirada del fútbol.
La guardesa Anaír Lomba ‘Lombi’ anunció ayer su retirada del fútbol por la rotura de menisco y cartílago de la rodilla izquierda tras superar ocho operaciones en ambas piernas

Hasta el último paso de la rodilla izquierda. La guardesa Anaír Lomba ‘Lombi’ anunció ayer su segunda y definitiva retirada a los 32 años tras sufrir una nueva lesión en su articulación. En esta ocasión se rompió “lo que quedaba de cartílago y el menisco”. Una dolencia grave, pero que podía recuperarse si fuera la primera. No obstante, la presencia de la jugadora en los campos de fútbol en los últimos años era un pequeño gran milagro porque acumula ocho cirugías en ambas piernas con cuatro roturas de cruzado, dos de menisco, una de cartílago y un síndrome compartimental. Además de intervenciones menores de limpieza. “Me había acostumbrado a vivir con dolor, a pincharme y tomar pastillas. A no caminar al día siguiente de los partidos”, reconoció en la carta que leyó en el día de su retirada. “Me hacía pensar que el final estaba cerca, pero no lo imaginaba así, lo imaginaba en el campo con mis compañeras”, resumió la del Baixo Miño.

Y, entre lágrimas, repasó su trayectoria deportiva desde los 13 años, cuando se marchó de A Guarda para ingresar en la cantera del Barcelona en el sueño de ser futbolista de élite en un tiempo en el que prácticamente ninguna jugadora pensaba en serlo. La vida le hizo regresar a casa, a A Guarda y, de allí, al Olivo. Ahí, todavía joven, buscaba reengancharse al fútbol de élite mientras la rodilla izquierda comenzaba a dar problemas. Tras su primer cruzado, anotó dos goles ante el Girona en la promoción de ascenso para meter al conjunto vigués en Primera División con una plantilla totalmente amateur.  Una remontada en inferioridad y contra pronóstico. 

Después, todavía siguió en Vigo alguna campaña más para volver a intentar regresar a la máxima categoría. Ganó ligas, pero no hubo otro ascenso hasta que, por fin, llegó la llamada del Espanyol. Un club histórico. "Sabía lo que era. Muchas jugadoras gallegas habían pasado por aquí”, reflexionó ayer Lombi. Allí, con la camiseta blanquiazul, se convirtió en una auténtica perica y emblema del conjunto femenino de la entidad. A pesar de ello, tuvo una experiencia en el Valencia, más lesiones y una primera retirada, de la que salió para volver al que ya era club de sus amores. Un Espanyol que le había tocado el corazón y que ayer la despidió como futbolista, pero anunció que continuará en su estructura. 

“Quiero estar cerca de las compañeras”, admitió al ser preguntada por su nuevo destino. Desea ayudar, ya que la rodilla no se lo permite en el campo, a regresar a Primera. “Ese ascenso que era mi obsesión”, reclama. Atrás quedan años de fútbol en Primera y Segunda División, centenares de goles con diferentes camisetas y una autoexigencia profesional cuando solo conoció esta faceta en el último tramo de su carrera.

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