CELTA

El celtismo se traga otro sapo en la despedida

Atlántico  5
photo_camera Un total de 21.607 aficionados acudieron ayer a Balaídos para dar el último empujón al Celta en su camino hacia la permanencia en Primera División.

La afición tuvo que sufrir un mal partido, que provocó algunos pitos, pero no falló ni en los actos previos ni en                                el adiós sobre el césped de Balaídos

No salió como se había planeado, como se había soñado. Nada nuevo en una temporada de las que escuecen, de las que dejan la piel tocada para un tiempo. El celtismo tuvo que decir adiós a su equipo, salvado por los pelos de los malos resultados del Girona en las dos últimas jornadas, presenciando otro partido nefasto del que sólo pudo rescatar la insigne figura de Iago Aspas. Demasiado poco para decir adiós.
Y eso que en la previa la afición no falló. Ya había agotado las localidades el pasado martes y acudió con ganas a la merienda previa dada por el club en la grada de Río, con choripanes y cerveza gratis. Había que ir calentando el ambiente de la despedida. Tocó, a continuación, el recibimiento habitual en las últimas citas en casa, con botes de humo y bengalas.
Pero ahí se dio ya la primera señal de que no todo iba a salir como estaba previsto. Una de las bengalas acabó entrando por una ventana de un vivienda cercana, lo que provocó la aparición de dos camiones de bomberos, quienes con la ayuda de una escalera articulada accedieron al piso para evitar que el fuego se propagara. Un susto sin grandes consecuencias, pero susto al fin y al cabo.
Tocaba después ocupar las gradas. Alguna, como la de Marcador, tal vez por última vez si el Concello cumple con los planes de remodelarla desde el arranque de la próxima temporada. Y con buen ánimo de inicio, que por desgracia no se trasladó al césped.
Se avecinaron 90 minutos de disgusto. Un marcador y un juego a la contra que fue crispando los ánimos de los presentes. Primero, el objeto de las iras fue el árbitro, Mateu Lahoz, en especial cuando expulsó al técnico celeste, Fran Escribá. Quien, por cierto, se fue del campo entre aplausos en un pequeño plebiscito popular sobre su continuidad. Pero el partido se siguió torciendo hasta el punto de que los pitidos resonaron en Balaídos, con Brais como objetivo en varias de las ocasiones.
Pero apareció Aspas al rescate. Sus dos goles hicieron cambiar el panorama. El empate no era el resultado deseado, pero el celtismo recordó para qué había ido a Balaídos y, al final, se avino a unirse a los jugadores en la habitual reunión final junto a la grada de animación. Hubo discursos de los capitanes y Mallo, Sergio y Cabral tomaron el micrófono para agradecer a los presentes su apoyo en esta recta final de temporada y para prometer que harán todo lo posible por variar la cara el próximo curso. Los que sigan de los presentes, claro está. La afición seguirá.n  

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