Celta

Una celebración a la islandesa

Los jugadores regresaron al césped para cumplir con su nuevo ritual.
photo_camera Los jugadores regresaron al césped para cumplir con su nuevo ritual.

Los jugadores repitieron un festejo que ya huele a marca de la casa

Islandia ha irrumpido con fuerza en el fútbol de selecciones. Tras una historia estéril en cuanto a participaciones en fases finales, los nórdicos se ganaron su presencia en la pasada Eurocopa de Francia 2016 -con una gran actuación- y en el Mundial de Rusia 2018. Pero más allá de su juego o sus resultados, los islandeses dejaron en el imaginario futbolístico una celebración icónica con su gente. Futbolistas y afición frente a frente, con aplausos y gritos al ritmo. Inolvidable. 
Sea a propósito o no -probablemente-, los jugadores del Celta están modelando un festejo similar al de los vikingos, de esos que hacen imagen de club. Marca de la casa. Por tercera vez consecutiva, los celestes ganaron en Balaídos en comunión con su gente. Tanto que repitieron el ritual al término del partido de regresar al verde tras pasar por el vestuario y acercarse hasta la grada de animación, en Río Bajo, para disfrutar de la victoria como más gusta: en compañía de los tuyos.
Aplausos  y cánticos recíprocos, sonrisas cómplices y saludos constantes. Un preámbulo anodino para la celebración más esperada. Afición en la grada, jugadores en el césped, todos en cuclillas. "Lololololololó, Celta Vigo", se escucha muy bajo. Casi un susurro. Poco a poco, los decibelios aumentan hasta el estallido del cántico. Es ahí cuando en comunión perfecta, las rodillas actúan como muelles y desde a ras de suelo se pasa a tratar de tocar el cielo con los dedos en unos saltos continuos. Alegría. Tras el ritual celta, los abrazos salieron de nuevo a relucir entre vítores a Boufal, Hugo Mallo, Iago Aspas e incluso Hjulsager. No faltó el "uruguayo, uruguayo", al que Maxi Gómez respondió agitando el puño en alto.
Una rúbrica perfecta a una nueva jornada redonda en Balaídos. Tan importante como estos tres triunfos consecutivos ha sido este reencuentro del equipo con su gente. Dos situaciones que se retroalimentan entre sí pero en las que sí se sabe si fue antes el huevo o la gallina: el empuje del celtismo volvió a levantar al Celta. Y en la nueva celebración, también. n

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