Como esa espina bajo la piel, como una digestión pesada, como ese pensamiento incrustado en el hipotálamo que no te deja dormir. No es que ganar la Superliga fuera una obsesión para Ale del Burgo, pero desde luego sí una incomodidad pendiente de solucionarse tras dos finales perdidas de forma consecutiva. Y se solucionó. Ayer, la viguesa levantó los brazos, gritó y se abrazó a sus compañeras. Por fin era campeona. Mientras se tocaba la cara, quizás cerciorándose de que ese mal sabor de boca se había converido en miel en los labios, la canterana del Xuvenil disfrutaba del triunfo de su Hidramar Gran Canaria sobre el Haris La Laguna en el cuarto partido del derbi canario de la serie definitiva.
Fue, sobre todo, un choque espectacular. Porque ambas escuadras insulares son, de largo, las mejores de la competición. Las tinerfeñas triunfaron en la Copa de la Reina. Pero la Liga se fue para Las Palmas. Allí, el Hidramar encarriló el asunto el fin de semana del 22 y el 23 de abril, estableciendo un 2-0 demoledor. El pasado domingo, el Haris recortó con un triunfo en cinco sets. Idéntica duración tuvo el duelo de ayer, solo que esta vez la victoria cambió de bando. Al de la viguesa.
Y eso que las canarionas se vieron 2-1 abajo. Igualaron en el cuarto set y aprovecharon la inercia para anotarse del desempate (13-15). Todo con Del Burgo jugando a un nivel extraordinario. La colocadora internacional guió a sus compañeras con la precisión de un bisturí en sus colocaciones, sirviendo un tanto tras otro a Manzano y a Matienzo -ambas anotaron 19-. La victoria fue una cuestión de justicia poética para la viguesa, que deja atrás dos años de disgustos a estas alturas y alcanza por fin la tierra prometida.