"Please, please me": Sesenta años del disco que abrió la puerta a los Beatles

Los Beatles en la época en que entraron a registrar su primer disco de larga duración. Se llamó Please please me y fue grabado en un día.
photo_camera Los Beatles en la época en que entraron a registrar su primer disco de larga duración. Se llamó Please please me y fue grabado en un día.
Se cumplen 60 años del primer éxito de los Beatles. Eran unos analfabetos musicales que sin embargo, en cuestión de inspiración, no parecían tener barreras

Ni el disco de presentación y primer trabajo largo registrado por los Beatles iba a llamarse como se llamó ni la canción que otorga nombre al primer Long Play de la banda estaba compuesta y desarrollada en los términos en que se incluyó en aquel registro de marzo de 1963 que inauguraba una carrera fulgurante, y fijaba el principio de un fenómeno irrepetible en la música popular que ha traspasado la barrera del tiempo y permanece sólido y pujante sesenta años después. Tampoco estaba programada del modo en que se resolvió, la cubierta con la que el producto apareció en las tiendas de música británicas unas semanas después de que los cuatro componentes de aquel grupo de músicos procedentes del norte del país acabaran de grabarlo en un tiempo récord. Había entre el personal de la compañía de discos que acababa de contratarlos y entre los operarios de los estudios londinenses donde el proceso se llevó a cabo, un casi infinito abanico de dudas razonables sobre todo en lo que concernía al tratamiento con el que gestionar a los cuatro adolescentes de la lejana ciudad de Liverpool allá arriba en el noroeste costero, y nadie estaba plenamente seguro de nada. Ni siquiera un elegante y atildado director musical del sello subsidiario de la firma Electric Musical Industries (EMI) que asumió el reto. Músico profesional de formación clásica, dirigiendo una sección del sello editor llamado Parlophone dedicado casi exclusivamente a la música comercial emparentada con la comedia, George Martin era el único entre todo aquel variopinto equipo de contables, operarios, artistas, publicistas, ejecutivos, ingenieros y técnicos de electricidad y sonido, que creía razonablemente en los recién llegados. Pero su creencia estaba motivada más por la intuición que por razones sólidas derivadas de la calidad profesional y el rigor de los artistas.

Clase trabajadora

Aquellos cuatro jovenzuelos que, acompañados de su productor Brian Epstein, se presentaron en la puerta de las oficinas que la compañía discográfica EMI Odeon poseía en Manchester Square, se llamaban John Winston Lennon, James Paul McCartney, George Harrison y Richard Starkey, y procedían de la cuenca del río Mersey. Todos ellos habían nacido en la ciudad de Liverpool y en distintas barriadas de la urbe portuaria, todos ellos tenían un fuerte acento de la zona, todos mostraban los atributos clásicos del carácter y a la personalidad de la gente del noroeste marinero y portuario de Inglaterra, y todos tenían aproximadamente la misma edad –el mayor del grupo y recién incorporado a la banda era el batería Ringo Starr que contaba 23 años, y el más joven, el primer guitarrista George Harrison, que tenía solo 19- y una extracción social parecida. Lennon era hijo de un camarero de barco que se ausentó para no volver, Harrison lo era de un conductor de autobús que también había estado embarcado, McCartney de un empleado de fábrica algodonera y una comadrona, y Ringo no había conocido a su padre, pastelero de profesión.

Ninguno de ellos tenía formación musical académica, ninguno de ellos sabía por tanto leer una sola nota del pentagrama, y los cuatro poseían una somera formación escolar. E incluso, como en el caso de Ringo, carecían prácticamente de ella. Pero eran unos jóvenes resueltos e intuitivos, buenos intérpretes de sus instrumentos a presar de sus considerables limitaciones técnicas, con una habilidad innata para desarrollar armonías y con un inmenso talento. Eran unos analfabetos musicales que sin embargo, en cuestión de inspiración, no parecían tener barreras.

Esas virtudes fueron las que impulsaron al circunspecto George Martin a someterlos a una prueba. Desde que Brian Epstein los escuchara en su ambiente, acudiendo junto a su ayudante Alistair Taylor a una de sus actuaciones en directo como cada noche, en una antigua cueva de jazz llamada “The Cavern” en el 10 de Matthew Street próximo a la zona portuaria, los cuatro adolescentes que se habían juntado cuanto eran colegiales para formar una banda y tocar “skiffle” o rock and roll al estilo de sus artistas favoritos de América, se empeñaron en continuar con su objetivo a pesar de múltiples fracasos. Epstein, propietario por familia de un comercio de música en el centro de la ciudad, elegante, culturalmente bien formado y de estirpe judía, se ofreció para representarlos y firmó su primer contrato para trabajar con ellos en 1961, proponiendo como primer eslabón de la cadena de prioridades establecida para sus nuevos pupilos, pulirlos cívicamente y encontrar una firma discográfica que les permitiera registrar un primer disco. Tras incontables fiascos y citas inútiles, y gracias a la mediación de un buen amigo, obtuvo una primera audición en EMI frente al responsable artístico de la compañía. Fue una primera cita en la que George Martin encontró algo que le hizo reflexionar. Apenas tuvo en cuenta el repertorio que los muchachos habían programado para impresionarlo en aquel primer encuentro, e incluso y según sus interesantes memorias, no encontró en ellos y a primera vista un talento musical que valiera la pena. Pero a Martin, –un excelente músico primorosamente educado en el Guildhall High School of Music de Londres donde había estudiado armonía y composición, se había licenciado en oboe y piano, y se había convertido en un experto en materia musical desde Rachmaninoff a Cole Porter- lo que en verdad le cautivó fue la espontaneidad de aquellos chicos del norte, su alegría, su entusiasmo y su sentido del humor. Se cuenta que cuando los tuvo por primera vez ante él, el día en que llegaron al estudio para hacer una prueba que desembocaría en la grabación el 2 de octubre de 1962, del primer sencillo de la banda con “Love me do” y “PS. I love you”, quiso tener con ellos una muestra de cariño porque los vio tensos y nerviosos. “Si algo no os gusta –les advirtió cariñosamente como si fuera un maestro de escuela- decidlo sin que os de vergüenza”. Y a pesar de sus pocos años, George Harrison respondió con su proverbial y lúgubre arranque de humor negro: “Pues, ahora que lo dice, a mi no me gusta su corbata” una intervención que sirvió para fundir el hielo. Cuando los cuatro mozos norteños se marcharon del estudio tras aquella primera prueba, los técnicos seguían desternillándose de risa por las ocurrencias de todos ellos.

La hora de la verdad

Los Beatles se citaron en los estudios de la compañía EMI en Abbey Road a las diez de la mañana del lunes 11 de febrero de 1963 para registrar su primer LP. Constaría de catorce temas de los cuáles ocho –I saw here standing there, Misery, Ask me why, Please please me, Love me do, PS. I love you, Do yo want to know a secret y There’s a place- están firmados por McCartney y Lennon aunque, a partir del disco siguiente, la firma se trastocaría para convertirse en la habitual Lennon-McCartney. Los seis títulos restantes pertenecen a la inspiración de otros tantos autores norteamericanos que los chicos adoraban y cuyas canciones habían incorporado desde el principio a su repertorio de directo. Son: Ann (Go to him) escrita por el autor de blues Arthur Alexander, Chains, debido a la pluma de la pareja formada por Carol King y Jerry Goffin, Boys que escribieron los dos compositores de cámara de la Tamla Motown, Luther Dixon y Wesley Farrel para las Shirelles, Baby it’s you, una pieza clásica nacida de la pluma del gran Burt Bacharach en compañía de su letrista Hald David y del mencionado Luther Dixon que en este caso prefirió, por motivos comerciales, ampararse en el seudónimo Barney Williams, A taste of honey que Ric Marlowe y Bob Scott compusieron para el drama británico del mismo nombre cuando se llevó al cine, y por último, Twist and shout, una pieza compuesta por Bert Rusell y Philipe Medley que el primero de ellos regaló a los Isley Brothers y que recogida por los Beatles significó su carta de presentación en España y otros muchos países del continente europeo. De esta galería, dos de los temas, Chains y Do you want to know a secret llevan la voz de George Harrison como solista, mientras Boys significó el debut de Ringo como intérprete. Todos los demás se los reparten Lennon y McCartney en solitario o en dúo, con George como voz y armonías terceras.

Ocho canciones propias, seis ajenas y una sola sesión

Decíamos que el primer álbum de los Beatles no iba a llamarse “Please please me” y así fue. Cuando George Martin se planteó qué hacer con aquellos chicos que se habían desfogado y curtido en los escenarios golfos de Hamburgo en Alemania y en un club subterráneo de su ciudad natal llamado “The Cavern”, su primera idea fue articular para los catorce temas elegidos, un falso directo grabado precisamente en aquel local de conciertos de Liverpool del que eran habituales. –Love me do, PS I Love you, Please please me y Ask me way habían sido editados ya en formato sencillo y este último corte obtuvo el 22 de febrero de 1963, su primer número 1 en la lista del New Musical Express- Para ello, se desplazó a Liverpool con un par de técnicos de la casa y probó en “The Cavern” las posibilidades de registrar el disco tomándolo de la banda tocando en directo y fingiendo el ámbito del público en la sala. Tras un buen montón de pruebas, resolvió descartar la idea. La señal era floja, estaba cuajada de impurezas y no daba calidad suficiente, lo que inhabilitó también el título imaginado por él para el disco en un primer momento. Había decidido llamarlo “Off the Beatles track” pero al no poder contar con el recurso del falso directo, decidió apelar al título de la canción del lote que consideró más impactante. Era un tema compuesto por John Lennon llamada Please please me que los chicos prefirieron a algunos de los números de autores contrastados que Martin les presentó para el debut y que, como en el caso de “How do you do”, fue retomada por Gerry and the Pacemakers para convertirla a su vez en número 1.

Martin aceptó la canción no sin antes aconsejarles que cambiaran el tempo de su melodía. Su autor la había imaginado como una balada de aroma country, y el productor apostó por darle velocidad, contundencia y ritmo, y acertó de pleno. De hecho, cuando la banda acabó de grabarla, Martin, advirtió por la comunicación interior: “caballeros, acaban de grabar ustedes su primer número uno”.

Nueve horas después

Por tanto, se inclinó por el estudio 2 de Abbey Road que reservó para una sola sesión y convirtió en ámbito para grabar el primer LP de la banda en un espacio de tiempo que produce vértigo. Los Beatles grabaron trece canciones (“Love me do” ya había sido registrada incluso en tres versiones con anterioridad) en poco más de diez horas, desde las 10, de la mañana a las 20,50 de la noche. Comenzaron por “There’s a place” y finalizaron con un dramático “Twist and shout” que Lennon afrontó a última hora de la jornada en condiciones deplorables. La exigencia de este rudo rock de tres acordes sugirió a Martin la necesidad de dejarlo para última hora en la creencia de que si el intérprete forzaba demasiado el tono se quedaría ronco para el resto de la jornada. Lennon lo afrontó febril por un catarro de campeonato, después de quitarse la camisa e ingerir un buen puñado de pastillas de mentol. Lo hizo en una sola toma y luego no pudo pronunciar palabra en dos días.

Por último, la portada que George Martín imaginó tampoco pudo llevarse a cabo. Quería usar el pabellón de insectos del zoo de Londres pero no obtuvo el permiso correspondiente. Al final, el fotógrafo galés Angus McBean especializado en foto teatral, hizo la foto del estuche tomando una placa con los chicos asomados a una terraza del patio interior de las oficinas de EMI en Manchester Square de Londres.

En total y contando bandas complementarias, mezclas, pos producción, acabado y corte, el LP necesitó cincuenta y tres horas de trabajo.

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