Alberto Ardid inauguró ayer su exposición “Gravidade” en este espacio de Doutor Cadaval, 17. Se componen de diez piezas, que tienen en común un puntal como elemento central de su estructura y una lectura llena de simbolismo.
“Son instalaciones individuales, que visualmente tienden a la verticalidad y en donde hay siempre un punto de ironía”, explica el autor, quien deja las piezas abiertas a otras lecturas a las que les lleve la sensibilidad del espectador.
“La idea nace en la exposición ‘Forever Young’, en la Casa das Artes, donde participé, de surgió la primera pieza, que lleva el mismo título y que pretende reflexionar sobre la inocencia y la juventud”, afirma, explicando una de las intervenciones, donde un puntal aprisiona un globo infantil contra el techo.
A partir de ahí y sin intención de crear una serie, surge la exposición en la que destacan tres propuestas: “Milladoiro”, una inquietante acumulación de restos de obra a modo de piedras, entre los que se encuentran fragmentos de Sargadelos, una manta térmica y un ramo de crisantemos; un ‘tronco’ de cartón con una base de cristales rotos o la pieza que abre el recorrido, un puntal de obra lleno de pintadas y escritos provocadores: “Esto forma parte de la realidad, es costumbrismo”.
Como producción ‘ad hoc’, los libros de arte de la biblioteca del Cubo fijan los extremos de otro de los ‘árboles’, con “Carmeliña”, escrito por Ardid y “Arte fantástica”, entre los títulos elegidos.
La inauguración de “Gravidade” estuvo acompañada por la composición sonora de Marco Maril con el mismo título que contribuyó a crear la atmósfera. Maril diseñó la melodía para la ocasión con sonidos reales captados del medio.n
