Movilización general para el partido del Celta en Balaídos

Aficionados de todas las edades animando al Celta durante su entrenamiento ayer en la Ciudad Deportiva Afouteza.
photo_camera Aficionados de todas las edades animando al Celta durante su entrenamiento ayer en la Ciudad Deportiva Afouteza.
Cerca de 2.000 aficionados acudieron a la ciudad deportiva para mostrar su apoyo en un acto que tuvo chispazos pero sin que el fuego acabase prendiendo los ánimos

Tanto tiempo hacía que cuesta recuperar hábitos y encender el fuego a base de chispas. Tal y como se esperaba, la afición del Celta respondió al llamamiento para acudir a la ciudad deportiva de Mos a alentar al equipo en el último entrenamiento de la semana y, por lo tanto, de la temporada. El club contabilizó 2.000 personas, muchos de ellos niños y niñas que disfrutaron de lo inaudito de ver a sus ídolos casi de cerca.

 

 

Dos largas colas, cada una hacia un lado de la puerta, se fueron formando desde minutos antes de las 11:00 de la mañana, la hora marcada para la entrada. De forma más que pulcra, los celtistas esperaron el momento para después ir entrando. Los primeros, al balconcillo sobre el campo de entrenamiento; los últimos, hacia la loma que le da continuidad bordeando el terreno de juego. Todo un frente de seguidores celestes desacostumbrados a la experiencia.

 

 

Tal vez por esa falta de costumbre o tal vez porque el equipo trabajaba unos cuantos metros alejado del graderío improvisado, lo cierto es que hubo más silencio de lo esperado en un evento tal. Se dieron arrancadas de cánticos esporádicas y vítores a algunos futbolistas, especialmente a Joseph Aidoo, que dentro de su plan de recuperación realizó carrera continua pegado a la banda y correspondió a los aplausos recibidos.

Los jugadores realizan el último paseíllo para ir saludando a la afición, con los tres capitanes al frente.
Los jugadores realizan el último paseíllo para ir saludando a la afición, con los tres capitanes al frente.

Ya en la parte final del entrenamiento, por fin el trabajo se desarrolló más cerca del público. Centros y remates a portería, que siempre es más vistoso. Se cantó, incluso, algún gol, en concreto el primero de todos, obra de Iago Aspas. Todo muy veloz. Apenas eran las doce menos veinte cuando jugadores y técnicos se acercaron a la banda e hicieron el paseíllo de despedida aplaudiendo a los aficionados. Con cariño, sin calor.

Porque todo se mantuvo un tanto frío. Hubo chispas, pero no se encendió el fuego. Después, a la salida, unos cuantos esperaron a los futbolistas, que los atendieron desde los coches. Si se repite la medida aperturista, seguro que saldrá mejor. No es falta de cariño, es cuestión de práctica.

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