Julia no vio al Celta en Segunda División

Las banderas, las bufandas, los petardos y las bengalas fueron unos celtistas más en el multitudinario pasarrúas por Fragoso abajo.
photo_camera Las banderas, las bufandas, los petardos y las bengalas fueron unos celtistas más en el multitudinario pasarrúas por Fragoso abajo.
El espectacular pasarrúas que llevó a la marea celeste de Praza América a Balaídos contó con celtistas de todas las edades, también con niños que solo conocen -y por el momento conocerán- la Primera División

La sonrisa ancha, sin lluvia en el pelo -la tarde viguesa de ayer era soleada-. No importaba nada porque iba a encontrarse con él. Los ojos de Julia se abrían hasta el máximo que permitía su joven anatomía mientras esperaba sobre los hombros de su padre a que arrancase el pasarrúas de la afición desde Praza América hasta Balaídos. Allí, en los primeros metros de Fragoso, disfrutaba en una mezcla de impacto por los miles y miles de aficionados a su alrededor con la inconsciencia infantil de no terminar de entender la enorme dimensión de lo que había en juego tres horas y media después.  

Julia tiene 8 años. No conoce otro Celta que no sea el de Primera División. Hace poco que empezó a ir a Balaídos. Principalmente a disfrutar, que es lo que debe de hacer una niña. Sabe de Eduardo Berizzo por lo que le cuentan sus padres. Y sus primos. Julia vio jugar a ese equipo europeo, que tan orgulloso hizo sentir al celtismo, pero no tiene conciencia de haberlo vivido. Tenía dos años. Tampoco recuerda el ascenso con Paco Herrera de hace una década, la travesía de cinco temporadas en el desierto, la Segunda División. Simplemente, no había nacido.

Niños de la edad de Julia -y menos- que nunca vieron al Celta en Segunda, se mezclaban con el gentío.
Niños de la edad de Julia -y menos- que nunca vieron al Celta en Segunda, se mezclaban con el gentío.

Con ternura, su padre le tapa los oídos  cuando los petardos atronan -alguno hasta el punto de romper la ventana de la vivienda de un sexto piso-. Las bengalas apenas dejan ver nada en la cabecera de la marcha. El paso es lento, el gentío es enorme. Julia se divierte cuando se desarrolla la 'perfomance' de 'lalalá Celta Vigo'. De agacharse a saltar. Del suelo al cielo. Como el Celta. La pequeña sonríe sin perder detalle.

A su espalda queda un inmenso reguero. Una marabunta celeste que camina feliz mientras los vecinos apoyan desde los balcones. Más de tres cuartos de hora después de arrancar, a unos 300 metros de la explanada de Tribuna, la animación se transformó en estruendo. El autobús del Celta acababa de aparecer. Catarsis. Golpes al vehículo, todo el arsenal de petardos estallando y los corazones saliendo a flote. Entre ellos uno, tan celeste como los del resto, pero de tan solo 8 años.  

Julia no conoce la Segunda. La conocerá. Es ley de vida y más de vida celtista. Pero no será el año que viene. No será en el Centenario. Julia seguirá creciendo, seguirá aprendiendo, seguirá viviendo. Seguirá respirando Celta y lo hará en Primera División. Y cuando no sea así, ya tendrá claro el mérito que tiene pasar una década en la élite. Y que esté donde esté el equipo, ella y su descomunal afición, también estarán. Como ayer. Siempre en las buenas, siempre en las malas, le animará.

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