Julio Vargas: "Soy un canterano que cuelga las botas habiendo cumplido con creces su trabajo"

En el centro, junto a compañeros y futbolistas durante una pretemporada.
photo_camera En el centro, junto a compañeros y futbolistas durante una pretemporada.
"Gracias a dios, la afición del Celta es crítica, pero siempre con la única intención de ayudar al club", confiesa el exdirector de seguridad e instalaciones del Celta

La historia del Celta es la historia de todos y cada uno de sus seguidores pero también de todos y cada uno de sus trabajadores. Uno de ellos, Julio Vargas (Vigo, 1972), acaba de dejar el club tras 27 años en los que empezó como hombre para todo y acabó de director de seguridad e instalaciones.

¿Qué sensanción tiene unos días después de su adiós?

Que he acertado de pleno por las muestras de cariño que he tenido. Más de 300 mensajes… Aparte de las llamadas. Y todos de agradecimiento. La decisión ha sido buena.

¿Alguna llamada especial?

Pues mira, al margen de todos los compañeros con los que compartí trabajo, creo que he recibido un centenar de mensajes de aficionados, peñistas…

Fue el único director del Celta que se formó dentro del club. ¿Se siente como un canterano que ha llegado a jugar en el primer equipo?

Sí me considero un canterano, que ha tenido suerte. Echando la vista atrás todos estos días a los miles de recuerdos, me he dado cuenta de que he despedido a decenas y decenas de jugadores. Soy un canterano que cuelga las botas habiendo cumplido con creces su trabajo.

La Liga ha ido marcando las obligaciones de los clubes. ¿Le ha llevado a una formación continua desde dentro?

Cuando llegué, la patronal de clubes tenía unas oficinas en un chalet en Madrid y no tendría más de 20 empleados. Ahora, tiene más de 600, varias oficinas en la capital… En los 90 y los 2000, la Liga fue creciendo pero la gran revolución, que obligó a profundizar en muchas vertientes dentro del mundo del fútbol, se produjo con la llegada de Javier Tebas. A partir de ahí, se ha fortalecido y se ha cambiado y potenciado el modelo de negocio. Y los clubes tuvimos que acompañar a la Liga en esa aventura.

Como jefe de seguridad, estaba muy en contacto con el celtismo. ¿Cómo definiría a la afición del Celta?

Es muy especial, en el buen sentido de la palabra. Su dispersión en toda Galicia es muy grande y eso la diferencia de otras de un club de grandes ciudades. La grandeza del Celta es que tenemos peñas desde A Rúa de Petín, Porto do Son, Viveiro… Cada quince días hacen un montón de kilómetros sólo por ver al club.

Y nunca ha sido una afición conflictiva.

Lejos de eso, ha sido muy agradecida, tanto con el equipo como con el club. Y, gracias a dios, ha sido crítica pero con la única intención de ayudar a la entidad. Además, es muy dispar, de todo tipo de clases sociales y procedencias.

¿El día más complicado a nivel de seguridad?

En Balaídos nunca lo pasé mal porque es nuestra casa y siempre se buscaron soluciones cuando hubo grandes desplazamientos de aficiones europeas. Como las 3.000 personas que vinieron con el Celtic de Glasgow, que generaron un muy buen ambiente. En lo conflictivo, el del Ajax en la última Liga Europa o el del Olympique hace años. Y quizás, donde más miedo pasé fue en tres viajes: el de Salónica con el Aris, en el Velodrome con el Olympique y en Belgrado en Copa de la UEFA. Al estar lejos de tu casa, no estuvimos muy a gusto.

Hablaba antes de futbolistas. Desde fuera se tiene la impresión de que se han encerrado mucho en sí mismos en las últimas décadas. ¿Qué le parece?

Siempre han sido amigables. Pero hay que discernir entre épocas. En una, los equipos se plagaban de estrellas, cada uno de un padre y de una madre, y no había internet.  El trato personal sigue siendo el mismo. Y después los hay más accesibles o menos por carácter, sea la época que sea.

¿De los amigos que le quedan tras todos estos años, hay algún futbolista?

Muchos. Sobre todo los de aquí, pero también de fuera. Nunca he tenido un problema con ninguno.

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