Maldición céltica en Balaídos

Iago Aspas en el partido ante el Mallorca en Balaídos. // J.V. Landín
photo_camera Iago Aspas en el partido ante el Mallorca en Balaídos. // J.V. Landín
El Celta cayó ante el Mallorca tras infinidad de ocasiones claras y un gol fantasma, pero el que sirvió lo firmó Muriqui

El equipo no sufre en defensa, el equipo ataca, el equipo crea ocasiones, el equipo dispara, el equipo toca el balón… Prácticamente todo lo que se ensaya en los entrenamientos se realiza en el campo por parte del Celta de Rafa Benítez. Los movimientos se ejecutan, se generan espacios y opciones, se desborda al rival y, hasta novedad, se rematan las jugadas a balón parado. En los análisis de Big Data seguramente se registran parámetros positivos. Todo va bien, menos una cosa, el resultado. Y eso, en el mundo del fútbol, es la clave, lo que da de comer, al menos, en lo inmediato. Se supone que si generas ocasiones, varias en el área pequeña, acabarás enviando al fondo de la portería alguna. También es cierto que innumerables equipos comenzaron así una crisis, con buen juego, pero sin rentabilizar y, después, llega la desconfianza, la cuesta abajo, las dudas… 

Y no existe mucha más explicación al partido vivido ayer por el Celta en Balaídos ante el Mallorca. Lo cierto es que la derrota es un hecho, la tercera en lo que va de curso en casa, un pleno negativo. Eso sí, la más injusta de las disputadas, si es que existe eso de la injusticia en el caprichoso mundo del fútbol. Tan caprichoso que se puede llegar a celebrar un gol, como le ocurrió a Bamba, y que después no se conceda porque el balón no rebasó del todo la línea de portería. O, al menos, así lo dicen las escasas imágenes existentes. La diferencia entre el gol o el no serlo es pequeña de milímetros y, valga la nota de humor, del tamaño de un pelo del portero Rajkovic, que luce la cabeza rapada. 

Precisamente, el cancerbero visitante resultó determinante, aunque poco en esta acción. Corría el minuto ochenta de encuentro cuando Bamba robó en un error de Valjent, se asoció a Iago Aspas y el centro del moañés lo remátó con la espinilla para estrellarse el esférico en el larguero, rebotar en el suelo, al parecer dentro y salirse después. El asistente indicó gol pasados unos segundos, pero la revisión en la sala de videoarbitraje lo corrigió. En Primera División todavía no existe la tecnología de la línea de gol, algo esencial. Cuestión de presupuestos. 

Por aquel entonces, era el minuto setenta de enfrentamiento y no sería la única ocasión del Celta, que sumaba un tramo de partido de acoso y derribo. Todo comenzó con un disparo en el comienzo de la primera mitad de Fran Beltrán que sacó Rajkovic a una mano. Mejor obviamos lo vivido antes del descanso por la intrascendencia de lo sucedido sobre el césped de Balaídos. 

La siguiente ocasión sería un saque de esquina con remate de cabeza al palo de Starfelt. Llegó el gol fantasma y, a continuación, Douvikas se asoció con Aspas y, en el mano a mano, Rajkovic sacó una mano monumental para repeler a córner. Y, en otro balón parado, con el cancerbero superado, algo que cuesta su trabajo, Maffeo metió la punta de la bota para sacar el esférico cuando Douvikas llegaba en el segundo palo para empujar con el pecho a menos de medio metro del gol. Era el minuto 83 de enfrentamiento y el Celta ya había hecho méritos para, como mínimo, disponer de un par de tantos en su casillero.

El gol visitante

Todo esto ante un rival que transitaba por el césped de Balaídos con un juego impropio de un espectáculo de masas como es el fútbol y, probablemente, también de sus jugadores de talento como Morlanes, Dani Rodríguez y Darder. Buscó la igualada de forma descarada, mantuvo un ritmo de juego ofensivo de un par de categorías menos y apenas buscó la portería contraria. Predicado de Javier Aguirre en busca de la ocasión de la victoria y lo cierto es que, en este caso, la encontró en el minuto 84. Justo tras la puntera de Maffeo salvadora

Saque de banda con centro lateral en el que Dani Rodríguez toca y convierte un balón sin mucho peligro y, probablemente sin quererlo, en una asistencia magnífica para Muriqui, que aprovechó la siesta momentánea de Ristic -en uno de sus escasos errores- para evitar el fuera de juego. Y así se gana un enfrentamiento como visitante y así lo pierde el Celta en Balaídos, la tercera ocasión en lo que va de campaña. 

Tras el enfrentamiento, Rafa Benítez, visiblemente triste pese a su veteranía, manifestó aquello de que “generando estas ocasiones es más probable ganar que perder”. Optó por la lectura positiva, la del entrenador. Probablemente, la que hay que realizar, pero lo cierto es que el marcador final resultó 0-1. Injusto, inmerecido y, como recomendación para el espectador, salvo obligación profesional o que desarrollen un gusto especial por la táctica defensiva, huyan de los partidos del Mallorca. Será eficaz, también soporífero y prescindible.

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