El Celta, en alerta roja

Carles Pérez fue, por momentos, el único argumento ofensivo del Celta ayer en Balaídos, pero no encontró el gol.
photo_camera Carles Pérez fue, por momentos, el único argumento ofensivo del Celta ayer en Balaídos, pero no encontró el gol.
El equipo vigués encaja su tercera derrota consecutiva al perder ayer en Balaídos contra el Valencia (1-2) en otro partido sin ideas

La temporada no se ha acabado. Una pena para un Celta en clara involución desde hace semanas. Con el ímpetu tratando de paliar la escasez de ideas. Y los problemas físicos puntuales -léase Iago Aspas- que limitan la magia y convierten el juego en algo tremendamente previsible. No fue injusto que el Valencia se llevase ayer los tres puntos. No lo hubiese sido que el Celta se quedase uno. Escaso.

La juventud es lo que tiene. Es capaz de sorprender. De ignorar límites. De obviar tendencias. Básicamente, de olvidar. El Valencia tiene esa savia no sabia, pero savia al fin y al cabo. El Celta rebusca entre lo que hizo para encontrar qué hacer. Sin demasiada fortuna. Con esa triste sensación de la vejez de que lo mejor ya ha pasado. 

No se rompió la cabeza a sí mismo ni a sus jugadores el técnico celeste, Carlos Carvalhal. Las dos ausencias las cubrió con normalidad, tirando de Renato Tapia como central y de Franco Cervi como lateral. Normalidad anormal, claro está. Porque el argentino le pone interés a todo lo que hace. Incluso a todo lo que piensa. Pero luchar contra lo innato es complicado. No supo leer el bote de un balón largo, el camino más recto para las jóvenes piernas de los valencianistas. Diego López encontró metros por los que correr y tuvo la clarividencia de leer el desmarque de Kluivert. Como viene sucediendo, el Celta empezaba por detrás en el marcador. Complicándose la vida y provocando que los miedos que, de entrada, no salpican a la juventud lo salpiquen a él.

Una vez más, el equipo vigués tenía la necesidad de proponer casi todo. El Valencia tenía claro su papel: variar la altura del equipo, con minutos de trabajo colectivo en campo propio y otros de presión alta ante un bloque celeste que hace tiempo que no encuentra los caminos. Y cargar los balones largos, especialmente los que iban hacia la zona de Cervi. Mientras, la intención céltica era que Carles Pérez rompiese por la derecha y que las caídas de Seferovic a la izquierda le diesen otra opción. Pero el problema futbolístico estaba en el corazón del juego. Con Iago Aspas excepcionalmente impreciso y Gabri sin la confianza precisa para cabalgar, la velocidad de balón de banda a banda no llegaba para descolocar al rival.

Pese a todo, la insistencia empezó a llevar al bloque local hasta las cercanías de Mamardashvili. Carles Pérez probó un disparo desde fuera del área; Hugo Mallo estuvo a punto de aprovechar un buen aclarado en un saque de esquina; y Luca hizo algún malabarismo bien intencionado pero algo alto. El Valencia, lógicamente, trataba de parar el partido todo lo posible. El único ritmo que le interesaba era el de las piernas de sus atacantes a la espalda de los laterales celestes.

Javi Guerra y Diego López, pese a la clasificación, viven días de espuma. De correr. Gabri Veiga los recuerda. Ya ha reposado aquel vino espumoso y cuesta descorchar. El físico y la responsabilidad son factores con los que deben lidiar los futbolistas antes o después.

El arranque de la segunda parte sirvió para confirmar la razón de las imprecisiones de Aspas, que dejó el campo en la primera tanda de cambios. La que sacó al ruedo a Larsen y Óscar Rodríguez. Fueron minutos de desconcierto que el Valencia bien pudo aprovechar para aumentar la brecha. Ocasiones tuvo suficientes ante un Celta al que la grada amagó con pitar. No por malmeter, sino para ayudar a despertar.

Es ley del fútbol que cuando tus argumentos ofensivos son limitados, siempre te quedará el balón parado. Emergió Seferovic cabeceando un saque de esquina ejecutado por Beltrán. El marcador acudía al rescate. Y apagaba la efervescencia juvenil che. Ahora ya había responsabilidad. Cada decisión tiene consecuencias y algunas nada sencillas de asumir.

El Celta no quiso enfriar el partido. Sólo valían los tres puntos para cerrar la temporada por fin. El Valencia se apuntó a cambios ofensivos porque tampoco el empate colmaba sus expectativas. Cuando faltan pocas jornadas, a falta de fútbol, emoción.

Las dos áreas tomaron aspecto de guillotina. Cada saque de banda cercano era motivo de inquietud. Cada carrera bien dirigida generaba taquicardias. Cada centro sobre el área llevaba el rojo de emergencia. En el filo se vive deslizándote. Si no, te cortas. Foulquier centró y Martí, más savia nueva, cabeceó a gol. Era la recta final. Fue el final. La Liga continúa. La temporada no se ha acabado.

Celta:
Iván Villar; Hugo Mallo, Tapia, Unai Núñez, Cervi; Carles Pérez, Gabri Veiga (Swedberg, min.87), Beltrán, Luca de la Torre (Óscar Rodríguez, min.54); Seferovic (Paciencia, min.78) y Aspas (Larsen, min.54) .

Valencia:
Mamardashvili; Foulquier, Diakhaby, Paulista, Gayá; Javi Guerra (Marí, min.78), Nico González (Moriba, min.70), Almeida; Diego López (Yunus, min.61), Kluivert (Hugo Duro, min.78) y Lino (Lato, min61).

Goles:
0-1, min.8: Kluivert; 1-1, min.59: Seferovic; 1-2, min.86: Alberto Marí.

Árbitro:
Soto Grado (comité riojano). Expulsó a Paulista (min.92) por doble amonestación. Además, mostró tarjeta amarilla a Luca de la Torre (min.27) y Gabri Veiga (min.40) por parte del Celta, y a Diakhaby (min.19), Moriba (min.71) y Almeida (min.87) por parte del Valencia.

Incidencias:
Encuentro correspondiente a la jornada 34 de Primera División disputado en el estadio Balaídos ante 14.571 espectadores. 

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