Así reaccionó la afición del Celta en el empate contra el Alavés en Balaídos

La tarde empezó en Balaídos con un sentido minuto de silencio por tres personas.
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El mal juego del equipo generó ese susurro de malestar que, en ciertos puntos, provoca algún pitido

Como era de esperar, la disputa del partido entre semana y en horario todavía laboral restó afluencia de público a Balaídos, que aún así dio buena imagen al reunir a casi 17.000 espectadores. La entrada más baja de la temporada, lógicamente, pero no fue lo peor. Lo peor para los asistentes fue tener que presenciar un mal partido de los suyos, con un empate final que casi nadie celebró. Incluso, ese fútbol inconexo recuperó el primigenio susurro de malestar contagioso entre las gradas que, cuando confluye en algún punto especialmente sensible, se convierte en pitidos sueltos. Sin destinatario claro.

La tarde comenzó con un minuto de silencio muy sentido porque agrupaba hasta tres fallecimientos. El expresidente celeste Elías Alonso Riego, el exjugador celeste Pepe Lemos y el comunicador Pepe Domingo Castaño. Hubo aplausos de reconocimiento para los tres antes de que el partido comenzase.

Pero fue uno de esos días en los que el fútbol no tira de la grada, sino que ésta debe alimentarse sola. Por no poder, no se pudo celebrar como se merece el gol propio, ya que no fue tan propio. La mejor muestra, Aspas y Bamba, quienes tras apenas festejar con la mirada, acudieron a consolar a Rafa Marín por su craso error.

No mejoró la tarde con el paso de los minutos. Nadie se fiaba de un marcador que engañaba. Se aplaudían mucho más las paradas de Iván Villar que cualquier acción ofensiva. Porque no las hubo. De hecho, el tanto visitante se recibió como algo inevitable, temiendo ya por entonces casi más el segundo que el primero.

Se aguantó el empate. Pues vale. Poco que festejar. Mucho que pensar. Habrá días mejores. Que no sean jueves.

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