negocios y crueldad timadora

Nunca hubo como en nuestro tiempo tanto timador suelto a nivel comercial y a nivel de negocios del espíritu. Si antes la iglesia recaudaba ingentes sumas de dinero por oficiar misas a nombre del alma de tal persona, hoy no dejamos de ver tal mejunje en internet o en otros lugares, o tal poción, o tal cuento, que te alarga los años, que te cura el dolor de huesos, o simplemente que se asemeja a un perfecto bálsamo de fierabrás quijotesco que prácticamente todo lo cura.
Cuidado pues, con tanto timador y tanto meapilas de la palabra que promete tal o cuál cosa, y que lleva muchas veces a que personas desahuciadas por la medicina se pongan en manos de santones curanderos, aprendices de magos, sanadores de la mente y sangradores del bolsillo, ayurvedas y yogas de la butaca, etcétera.

Aunque también hay gente honesta y digna en este movedizo terreno, pero no demasiada. Por favor, debería de regularse todas estas cosas y nadie está en contra de que se practiquen nuevas técnicas o nuevas cosas, pero que no se permita que se time a las personas o que se prometan cosas que son imposibles de cumplir. Si miramos en internet, podemos encontrar miles de tales pequeñas estafas electrónicas, que claro no representan delito, porque comprar un tónico de la juventud tampoco arruina a nadie. Temas aparte también encontramos esta credulidad en antaño, cuando acudían a los hospitales, o a sus haciendas, los notarios y demás trotaconventos, para que tal ilustre persona le dejara su patrimonio en nombre de la salvación de su alma.

Ciertamente que para un creyente la salvación existe, pero es un regalo, un don de Dios, no un negocio que pueda comprar ni vender nadie. Esto mismo que tanto hemos fustigado, con otros moldes y las mismas estructuras, el error y la historia se vuelve a repetir. ¿Será por eso que el hombre es el mayor animal que tropieza varias veces en la misma piedra?

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