de impunidad y otras hierbas

La vida sigue y atrás queda otro año más, de la mal llamada crisis económica. Digo mal llamada, económica, porque en realidad es la crisis de falta de credibilidad mientras seguimos recibiendo noticias de cómo se esquilma nuestro dinero.
Nos hablan de tramas de corrupción y delitos económicos pero el caso es que entre gastos superfluos, lujos y otros despilfarros, algunas familias españolas siguen viviendo en la calle. Son el tipo de realidades que hieren la sensibilidad y la capacidad de aguante. De nada valen las advertencias de que se debe incrementar la transparencia: aquí todos dicen tener la conciencia muy tranquila. Quizá porque las actuales condenas son incapaces de disuadir a quienes se siguen beneficiando de esa corrupción. Vemos que salvo contados casos la justicia anticorrupción no funciona y los delincuentes de cuello blanco campan a sus anchas en el desinterés mutuo que muchas veces se traen, tanto la fiscalía anticorrupción como las fuerzas de seguridad del estado a la hora de su investigación. ¿En qué quedamos? Según leia hace algún tiempo en una encuesta del periódico La Gaceta el 98% de los ciudadanos es de la opinión de que la Justicia es cómplice de la corrupción política.

Y no cabe duda que desde hace años los políticos se han acostumbrado a escurrir el bulto, si acaso como mal ejemplo de una justicia laxa, aunque bajo la convicción de que la guerra contra los corruptos se empieza a ganar en los tribunales. Recordemos que, ante la dificultad de probar sus crímenes, el gánster Al Capone acabó en la cárcel por engañar a Hacienda. Claro que en la España de hoy, esto tampoco habría sucedido.

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