CARTA A UN AMIGO PALESTINO

La esperanza de volver a verte se desvanece, como aquellos olivos y cepas de Beit Jala, tu tierra natal. Riqueza confiscada por los hebreos para crear la Colonia de Gilo, previa demolición de toda morada musulmana para cerrar los 'anillos de protección' de Jerusalén Este. Si esperanza de verte no albergo, recobro intensamente pasajes de nuestra infancia en la bananera Honduras.
Jugábamos tras otras alambradas, las de la United Fruit Co. Y, algo más tangible, conservo un regalo de los hermanos Larach, un pequeño acordeón, del que han salido notas de saudade de la tierra palestina. Se cumplieron, el 14 de mayo, 62 años de la proclamación del Estado de Israel. Del comienzo de vuestra diáspora. '¡Al Nakba!, que gritaba entre sollozos la tata Yoya. El 'desastre' que niega la historiografía hebrea, aunque historiadores como Pappé o Benny Morris lo admitan.
Fatídico 1948. La lectura de las masacres 'necesarias' de Dier Yasin, de Nasir ed Der, o la expulsión necesaria' al abrasador desierto en Lod Y Ramle de ancianos, mujeres y niños, me han sobrecogido, como me ha repugnado la sempiterna actitud hipócrita de nuestros civilizados cristianos. Condenamos el holocausto judío y juzgamos a sus autores. Juzgamos y condenamos a genocidas serbios, africanos o sudamericanos. Pero permanecemos ciegos, mudos, ante el sistemático exterminio del pueblo palestino. Permiteme rendir honores a los tuyos, a los de la diáspora, a los masacrados de 1948, a los mártirres de Sabra y Chatila, y a los que malviven o fenecen tras los alambres y hormigón de los humillantes bantustanes de Gaza y Cisjordania. Salam malekum, Chahim.

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