carta abierta sobre nuestros sistemas de salud

Estimada Ministra de Sanidad, estimado Presidente de la Xunta de Galicia, estimados Consejeros de Sanidad:
Soy un Ingeniero Español de 34 años, casado y con una hija de quince meses. Como tantos otros, al terminar la carrera opté por emigrar para acceder más fácilmente a un empleo relacionado con mi formación, mucho más estable, interesante y mejor remunerado que las opciones que me proponían en España en aquel momento.

Durante las últimas vacaciones de Navidad, mientras pasábamos unos días visitando a mis padres en Vigo, mi ciudad natal, tuvimos que llevar a nuestra hija a urgencias, puesto que respiraba con dificultad.

Me llamó la atención que en la admisión del hospital no supiesen cuales eran las tarifas para los que no tenemos derecho a tarjeta sanitaria, quería hacerme una idea del precio de una consulta de urgencias para evaluar si nuestro seguro médico la cubriría o no. Me dijeron que la facturación se realiza en otro centro y que ya me informarían más tarde, que ellos no sabían nada de eso.

Obviamente, como padres primerizos preocupados por nuestro bebe, decidimos realizar de todos modos la consulta, la cual apenas duró tres minutos. La médico de urgencias nos tranquilizó y tan solo recomendó un jarabe expectorante y abundante líquido.

Un mes después recibo un correo electrónico del Sergas (Servicio gallego de salud) con una factura de 359,57 euros por una consulta de urgencias.

Estimados Consejeros, aunque me llene de tristeza, puedo entender que en un país de 46,6 millones de habitantes donde tan solo trabajan 16,7 millones no nos podamos permitir la (verdadera) cobertura universal de sanidad. Considero incluso que el debate del copago es lícito, comparado con la realidad de una gran mayoría de países de nuestro entorno. Pero no puedo entender ni aceptar como ciudadano las diferencias abismales de tarifas sanitarias entre nuestras diferentes Comunidades Autónomas.

No digo que sea ilegal, ya que Sanidad es competencia de cada CCAA (tremendo error en mi opinión), pero,

¿Cómo les puede parecer moral y justo que un gallego pague 360 euros por llevar a su hija a urgencias una noche de invierno, y un madrileño pague tan solo 105 euros por un servicio posiblemente mejor?

¿Cómo pueden permitir tal desigualdad en el derecho al acceso a las novedades farmaco-terapéuticas? Por poner dos ejemplos escandalosos y ya denunciados: los procedimientos oncológicos, o el tratamiento de la hepatitis C, donde algunas comunidades emplean nuevos fármacos que triplican las posibilidades de curación, y otras no.

¿Acaso nuestra vida vale más o menos para ustedes en función de nuestro lugar de nacimiento o residencia? ¿No supone la Constitución que todos los españoles somos iguales y tenemos los mismos derechos? ¿No nos hemos convertido en un país con ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría en función de nuestro lugar de residencia?

Si nos centramos en el problema de la desigualdad de tarifas, ya señalado en 2012 por el tribunal de cuentas, les informo, para acercarles de nuevo a la realidad que parece escaparles, que nuestro seguro médico cubre hasta 145 euros por una consulta de urgencias en España, sin pruebas adicionales, lo cual es una tarifa razonable, en línea con lo que se practica en Cantabria, Andalucía o Valencia por ejemplo.

Los 360 euros de Galicia, les recuerdo por si no lo supiesen, representan el 55% del salario mínimo mensual en España. Las tarifas de urgencias del Sergas no se corresponden con la calidad del servicio prestado ni con la reputación de su sistema, son completamente desorbitadas y abusivas. Diría que son disuasivas pero no pueden serlo, puesto que no se pueden consultar antes de recibir los servicios sanitarios, salvo para aquellos que tengan la costumbre de salir de casa cada mañana con un ejemplar del Diario Oficial de Galicia de 2012 bajo el brazo.

Se me vienen las lágrimas a los ojos al pensar en mi padre, Médico jubilado que sirvió durante más de 30 años en ese mismo hospital al que fuimos, como Médico internista en la Unidad de Cuidados Intensivos y Director Médico del hospital. Recuerdo el orgullo que mostraba al hablar de su trabajo y de la Sanidad en España comparada con la de otros países, pese a que éramos y somos un país de los más pobres en Europa. Recuerdo que nunca contó las horas extra ni el trabajo en fines de semana o nocturno, ni las visitas a enfermos por iniciativa propia, durante su tiempo de descanso, para asegurarse de su recuperación. O al pensar en mi madre, Farmacéutica jubilada que realizaba análisis clínicos en ese mismo Hospital también durante más de treinta años, soportando bajadas de sueldo y condiciones en continua degradación, pero con orgullo y pasión por su trabajo. Como ellos, miles de profesionales cualificados en España son testigos privilegiados de la decadencia de un sistema que nuestros padres levantaron a base de esfuerzo, tenacidad y devoción por su labor. Un sistema que era un pilar de la cohesión social en España. Por favor, regulen a nivel nacional las tarifas sanitarias de cada CCAA para que sean homogéneas, justas y adaptadas al poder adquisitivo de los que no tenemos derecho a la tarjeta sanitaria. Garanticen el acceso a los mismos fármacos y tratamientos en cada una de las Comunidades.

Con la perspectiva que me da haber vivido y trabajado en varios países de Europa y Asia, no se pueden imaginar mi frustración y tristeza al constatar la degradación de las condiciones sociales, económicas y culturales de nuestro país. España es un diamante en bruto, pocos países tienen el potencial que tenemos con semejante situación geográfica, clima privilegiado, diversidad medioambiental, tejido industrial y agrario con potencial de competitividad en Europa, Universidades que antaño fueron de reconocido prestigio, infraestructuras desarrolladas, cuna de un idioma que hablan más de 500 millones de personas, la puerta natural de Europa hacia América Latina?

Yo nunca he encontrado en otro país el carácter de los Españoles, nuestra capacidad de adaptación y poner al mal tiempo buena cara, la alegría y desparpajo que nos hacen ser optimistas y encontrar soluciones donde otros no las ven.

Pero cuando en otros países se aúnan esfuerzos para crecer y mejorar juntos, formando gobiernos con ministros de diferentes partidos por ejemplo, con dimensión de Estado y visión del bien general por encima del partidismo local, nosotros nos miramos nuestros 17 ombligos y tiramos en direcciones diferentes, dejando que ese potencial que tenemos beneficie a unos pocos y sea malgastado.

Mi sueño de poder volver a España y tener una situación laboral y social similar a la que tengo fuera se desvanece un poco más con cada telediario. No sé lo que quedará de estos 17 sistemillas de salud en los que se ha convertido la Sanidad Publica Española cuando mi hija (que es Española y Francesa) crezca, y empiece a hacerme preguntas.

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