burbuja formativa

Actualmente todavía se habla de la 'burbuja inmobiliaria', esa que se fue inflando a la sombra de intereses económicos desmesurados y faltos de la más mínima ética.
Pues bien, sin ser un experto en el tema, me atrevo a vaticinar otra burbuja que aún no ha estallado y que de hacerlo, a saber que consecuencia puede tener. Me refiero a la ' burbuja formativa'. Esa burbuja inflada de cursos, expertos, diplomas, oposiciones, master, ciclos o grados que han convertido a la juventud en la más preparada de toda la historia y la que menos opciones laborales tiene. Los gurús que inflan esta burbuja nos han vendido, y de qué manera, que hace falta estar formándose de manera continua, porque la competencia es feroz. ¿Pero competencia con quién? Cualquiera que piense en cómo fue su primera experiencia profesional, recordará que de poco le sirvió todo lo estudiado, ya que el trabajo se aprende trabajando, y como dice el refrán: 'Del dicho al hecho hay un trecho'.

La formación es un negocio que mueve tal cantidad de dinero, gran parte financiado con nuestros impuestos, que a muchos implicados en el mismo, claramente no les puede interesar que el mercado de trabajo deje de estar estancado y la población encuentre trabajo. ¿Qué intereses se esconden? ¿Quiénes se comen el pastel?

Lo que hace falta no es financiar la formación, sino facilitar el acceso al empleo mediante la protección del mismo, que ante todo pasaría por ayudar al empresario a rebajar el coste inicial de la contratación y ayudar a montar empresas rebajando o eliminando el primer año algunos impuestos. En definitiva, jóvenes hiperformados y frustados por tanta inversión y tan poca cosecha.

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