"La velocidad del autobús fue determinante para que no estemos ante una tragedia. A veinte kilómetros más, ahora estaríamos con toda la comarca de luto", aseguraba ayer Daniel Castelo, el sargento del destacamento de Tráfico de la Guardia Civil que se hizo cargo de la primera hora del operativo en el accidente del autobús en Oia.
Para este agente este tipo de hechos "son los que nos deben hace reflexionar a la hora de cumplir con las limitaciones de velocidad, que aunque nos puedan parecer en algunos casos estrictas, son la diferencia entre sufrir una lesión o la muerte". En el lado menos positivo, resaltó que algunos de los viajeros del autocar "no llevasen puesto el cinturón de seguridad. Es algo que aún no tenemos interiorizado y que pueden suponer la diferencia entre una lesión leve o grave".
La noticia del accidente le llegó a este sargento de la Benemérita en su día de descanso, pero sin pensarlo dos veces cogió su coche y se desplazó hasta Mougás. Allí se encontró con una escena dantesca. Personas heridas en el arcén, dos ambulancias y dos patrullas que intentaban ayudar a evacuar a los ocupantes del autobús. Pero en medio de todo el ajetreo, lo que más le llamó la atención fue la presencia de vecinos de la zona "que fueron los primeros en llegar y en ayudar en lo que podían. Fue un acto de solidaridad que desmiente que vivamos en una sociedad individualista que no se importa por el otro". Además, también resaltó la preocupación del conductor del autobús "que estuvo todo el tiempo preocupado y pendiente de los pasajeros y que sólo cuando estuvieron todos atendidos fue consciente de sus propias heridas".
Además de colaborar en el rescate de los heridos, "nuestro trabajo también fue el de crear un perímetro de seguridad y desviar el tráfico por la vieja carretera, que por suerte discurre por esta misma zona".
