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La tranquilidad viste de uniforme

Rebordechán (Crecente) aún conserva la tienda que centra gran parte de la actividad del pueblo. Los agentes del cuartel de Arbo tienen en su zona numerosas aldeas casi despobladas.
photo_camera Rebordechán (Crecente) aún conserva la tienda que centra gran parte de la actividad del pueblo. Los agentes del cuartel de Arbo tienen en su zona numerosas aldeas casi despobladas.

En el cuartel de la Guardia Civil de Arbo conocen su demarcación como la palma de la mano y a los vecinos por el nombre. En muchas aldeas envejecidas son el único servicio público a diario. Resuelven conflictos entre los vecinos y recorren una media de 150 kilómetros cada jornada (en la foto en la tienda de Rebordechán en Crecente). "Son los únicos que podrán venir a ayudarnos si pasa algo", dicen los vecinos.

En el cuartel de la Guardia Civil de Arbo conocen su demarcación como la palma de la mano y a los vecinos casi que por el nombre. Los agentes que prestan servicio en estas dependencias llevan, el que menos, una década y algunos ya superan los 30 años de servicio en este municipio que apenas supera los 2.700 habitantes. "La estabilidad de la plantilla es muy importante en el rural", explica el sargento que se encuentra al mando de este cuartel poco antes de poner rumbo hacia un servicio en el vecino municipio de As Neves.  Y es que el cierre hace años de varios cuarteles en la comarca obliga a los de Arbo, Salvaterra y Covelo a turnarse para patrullar toda la zona. Un especial cuidado es el que tienen con los últimos habitantes de las aldeas olvidadas por todos, aquellas en las que el único servicio que continúa pese al envejecimiento, la despoblación y la falta de futuro es el paso a ralentí de la patrulla de la Guardia Civil. "Lo hacemos regularmente para comprobar que todo está en orden. Aquí la dispersión de la población está muy acusada y es importante que sepamos si una vivienda está ocupada de forma ocasional, permanentemente o vacía. Es algo que sólo sabes si interaccionas con la gente y la conoces", coment mientras comprueban el estado de la última habitante de una de las muchas aldeas prácticamente abandonadas de la comarca. Una nueva llamada desde la central operativa de la Guardia Civil les avisa de un incendio forestal en el municipio de Crecente. Tras una última mirada hacia la casa, suben al coche patrulla y se dirigen al lugar del foco por caminos que solo ellos conocen, orientándose por el humo y decidiendo en segundos el mejor vial para atajar y llegar al   incendio. Cuando inician la bajada por la empinada ladera que lleva a Rebordechán,aparecen los hidroaviones y un vehículo de las brigadas de la Xunta. El fuego está controlado y ponen rumbo al centro del pueblo. A diferencia de otros núcleos que perdieron hace años la tienda-bar, aquí el centro de la aldea registra una cierta actividad. Lourdes explica desde detrás del mostrador del establecimiento, el único que aún sigue abierto en varios kilómetros a la redonda- que "aún hay gente, no se han ido los que están de veraneo". 
La conversación es interrumpida por dos llamadas de teléfono consecutivas. Son vecinos de la zona que han visto el humo y quieren saber qué ha pasado y si es grave el incendio. Una vez dado el parte telefónico y tranquilizado a sus interlocutores comenta mirando hacia las patrullas que "ver a los guardias por aquí siempre da tranquilidad". Una frase que se repite en cada aldea, en cada núcleo de población olvidado por todos, menos por los últimos resistentes de un rural que agoniza, y que se aferra a la presencia de las patrullas porque "son los únicos que podrán venir a ayudarnos si pasa algo".
(Este reportaje se hizo gracias a la colaboración de los agentes del cuartel de la Guardia Civil de Arbo. Todas las historias son reales, aunque se han omitido los nombres de los lugares y aldeas por motivo de seguridad y para respetar la identidad de los vecinos).

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