Opinión

La máquina del fango

El más reciente objetivo de acabar con el fango y regenerar el ámbito democrático en un país que al parecer y desde que un juez eligió abrir un procedimiento contra la esposa del presidente del Gobierno  de la noche a la mañana lo ha perdido, ha incitado al presidente a escribir una nueva carta. El proceso sigue su curso por cierto porque no hay confirmación de que haya sido archivado a pesar del desmedido interés de la fiscalía por lograr ese objetivo, y el presidente le ha tomado gusto a dirigirse al público en su advocación de marido profundamente enamorado y presidente hondamente zaherido. En este caso, la carta  coincide con la celebración del 145 aniversario de la fundación del PSOE, aquel partido que brotó de una asamblea llevada a cabo en un mesón próximo a la Puerta del Sol llamado Casa Labra en la que un cajista de imprenta gallego llamado Pablo Iglesias tomó la palabra para incitar a los presentes a juntarse creando un nuevo partido que aunara los legítimos intereses de la clase obrera.
Lamentablemente, y con esta misión irrenunciable de acabar con la máquina del fango y restablecer la democracia perdida, a Pedro Sánchez se le ha olvidado analizar con sensibilidad y valor las abismales diferencias que separan los principios fundacionales, de los que a mayo de 2023 alimentan comportamientos de este centenario partido que hoy él  gerencia y controla a su antojo. Sánchez nunca ha hecho examen de conciencia ni ha reflexionado para mirarse por dentro a sí mismo. Y naturalmente, tampoco lo va a hacer ahora a pesar de que cada vez que se produce una consulta electoral pierde votos y comparece con unos resultados peores que los obtenidos en la consulta anterior por más que Tezanos trate de minimizar los daños cocinando números y timando descaradamente a la opinión pública. Esa necesaria reflexión que Sánchez debería afrontar por muy duro que le resulte, está muy por encima de esta farsa infumable de la máquina del barro y la campaña del infundio que se han sacado de la manga como tantas otras veces, los cerebros de Presidencia. 
Y, ya que estamos para pedir, pidamos a la FAPE que sea mucho más enérgica en la defensa de sus asociados los periodistas. Ha tardado en dar la cara y cuando lo ha hecho ha sido de forma mansa, avergonzada y tibia. Los jueces han aguantado sin piarlas y los periodistas también lo están haciendo. Y ya va siendo hora de poner los puntos sobre las íes.  
 

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