Opinión

El hombre que se quería demasiado

Dos personas, históricos votantes del partido socialista y hasta ayer mismo poco sospechosos de militar en la fachosfera patentada por Mr PS, reconocían esta semana su profunda sorpresa porque vaya a llegar a Vigo un tren Talgo Avril, anunciado como alta velocidad, que va a hacer el trayecto entre Vigo y Madrid en más tiempo que el Alvia actual. No solo se preguntaban cómo era posible algo así, sino que se asombraban de que no haya apenas contestación a este AVE-timo en Vigo, ciudad donde no hace tanto florecían las asociaciones y colectivos de afectados por motivos infinitamente menores; incluso proyectos que nunca pasaron del papel provocaron reacciones negativas. No es fácil responder a la pregunta. ¿Será que hemos llegado finalmente a la Arcadia feliz? Quizá hay que buscar en la psique colectiva o llamar a Iker Jiménez y recurrir a lo paranormal. Esa es la situación. En definitiva, el tren que entrará en funcionamiento dentro de unos días, que hará el viaje hasta Madrid en más de cuatro horas, no será el AVE prometido, y de momento -a ver si es cierto que a partir de verano sí será un AVE- se quedará muy lejos de las tres horas y 20 anunciadas hace unos años por este Gobierno, incluso de las tres horas y 35 pregonadas en enero por el singular Óscar Puente en la víspera de los Reyes Magos. Y sobre la variante de Cerdedo, mejor guardar silencio. Aunque no hay que quedarse en el actual ministro y sus promesas ayer ratificadas -pese a que no hay Presupuesto del Estado- y mirar más hacia arriba. Que Vigo disponga de una conexión directa y rápida con Oporto, una autovía con Porriño que merezca ese nombre y garantizar la continuidad de Stellantis con el famoso Perte industrial depende en último término de un hombre cuya relación con la verdad es transversal, el mismo que ha demostrado ser capaz de amarse a sí mismo intensamente y sobre todas las cosas. 

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