Opinión

La función ha terminado conforme al libreto previsto

La claque ha cumplido su papel de grupo que asiste disciplinadamente a un espectáculo para romper a aplaudir cuando conviene. Cae el telón, se recoge el decorado para la función siguiente. El actor principal se ha atenido al guion con la pauta marcada. Es curioso el modo en que interpreta en cada función la regla expresiva. Esta vez recordaba el tono pausado, medido, sin emociones complementarias. Sobrio, pero rotundo, con la misma querencia expresiva con que ayer nos explicaba porque la amnistía no era posible ni constitucional o sus famosos asertos con que nos confesaba que no dormiría tranquilo de tener en su Gobierno a determinados sujetos que lo apoyaron, aparte, andando el tiempo con que diría “No es no y nunca es nunca”.  Y ahora emplea con el mismo tono para la queja y anunciarnos la “regeneración democrática”, para lo que cuenta con sus indultados y amnistiados y otros beneficiarios de esos pactos y acuerdos que, ayer mismo, predicara con el mismo nivel de emociones contenidas ahora mostrado. Pero sus beneficiados son poco agradecidos, y al borde de su discurso le advierten lo que tiene que hacer para contar con ellos en la regeneración democrática. Ya lo dijo Alfred Adler: “Una mentira no tendría menor sentido, a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso”.
Decía Pietro Neni, secretario general del Partido Socialista italiano, que un socialista verdadero, debe meditar el alcance de sus actos, ser prudente y no hablar a la ligera para no tener que desdecirse (cuando Sánchez lo hace no es que no siga sus proclamados principios ni mienta, “es que cambia de opinión”). O sea, que no hay por qué preocuparse. Nos vamos a regenerar. Es curioso que los mismos medios que ayer se enfrascaban en criticar a la esposa de Aznar o a otros familiares de políticos olvidan su propio tratamiento ordinario de la crítica política y convierten a Sánchez en víctima de la más repugnante persecutoria por los moradores del fango judicial y mediático. Y a eso se va a meter mano, como se debe. 
Tras esta parada técnica Pedro Sánchez ha tranquilizado las inquietudes de sus partidarios, sus socios y camaradas que le han facilitado una reconfortante adhesión inquebrantable en unos, a precio o tasa recordada, los otros, que le son fundamentales. Desde el punto de vista analítico es preciso detenerse en la escena que acaba de brindarnos el doctor Sánchez. Por cierto que, si bien su discurso se emitió a las once de la mañana, comenzó con “Buenas tardes”, lapsus que he sospechar que fue previamente grabado.  Pero, ¿ha valido la pena mantener al país en esta zozobra de cinco lunas? Pero como ocurre luego de las funciones de teatro, los públicos y los críticos expresan todo tipo de opiniones. Son cosas del teatro. Es lo normal. Y que conste que no hay derecho a la crítica de Père Aragonès, que ya parece tener entrada para la función del referéndum. El presidente de la Generalitat y candidato de ERC, no es nada comprensivo. Nada, pues no ha largado que “cortina de humo, de sobreactuación desproporcionada, de performance, de comedia o de «acto de campaña electoral”. ¿Es que también nada en el fango y milita en la “fachosfera”? Más ponderado ha sido el juicio del que fuera secretario general del PSOE en Euskadi, Nicolás Redondo, quien tras el discurso y decisión de Sánchez ha advertido : "El presidente de un gobierno es la persona que concentra más poder, por eso mismo está limitado por leyes y normas éticas que restringen notablemente su margen de actuación, todo intento de relación directa del presidente con la sociedad, soslayando las instituciones intermedias, se suele convertir en un peligroso salto hacia el populismo redentor". Por algo este destacado socialista de larga trayectoria fue expulsado del PSOE de Sánchez.

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