Opinión

Lola Flores, Manuel Soto y Abel Caballero

Después de la primera actuación de Lola Flores en Nueva York, el crítico musical  de New York Times escribió una crónica sobre La Faraona que acababa así: “No es guapa, no sabe cantar, no sabe bailar. No se la pierdan”.
El pasado 25-M un analista político pudo haber escrito una crónica sobre la victoria histórica de Abel Caballero que finalizara así: “No es simpático, no es guapo, no es un gran orador. Lo eligieron”. 
Manuel Soto y Abel Caballero son los dos únicos alcaldes de Vigo que han estado, por lo menos, ocho años al frente de la ciudad olívica. Soto estuvo doce y Caballero va camino de ellos. Los dos fueron alcaldes socialistas. Aquí se acaban las coincidencias. Si se acuñara una moneda para reflejar una alcaldía socialista, Manuel Soto estaría en una cara y Abel Caballero en la contraria. La principal cualidad política de Manuel Soto era su atractivo personal. La principal cualidad política de Abel Caballero es la gestión política. Manuel Soto tenía un atractivo personal extraordinario. Desataba amores políticos apasionados y algún que otro odio de alto voltaje. Era un espectáculo verlo en una asamblea del partido, en un mitin o en cualquier acto público, dominaba la escena como nadie y conseguía ser el centro de atención. Manuel Soto dirigía el mensaje político al corazón. Los votantes de Soto lo hacían porque lo amaban. 
Abel Caballero llegó a la política con una carrera profesional brillante, es doctor en Ciencias Económicas por las universidades de Santiago de Compostela y Cambridge y máster por la de Essex. Fue diputado al congreso desde 1982 a 1997 y ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones entre 1985 a 1988. En 1987 fue candidato a la presidencia de la Xunta y sufrió un batacazo histórico. Volvió a la docencia como catedrático de Teoría Económica en la Universidad de Vigo, de ahí lo rescató José Blanco para ser primero presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo y candidato a la alcaldía después. En la política municipal Abel Caballero fue donde encontró el terreno más propicio para desenvolver sus habilidades, comenzó con nueve concejales en 2007 y acabó en 2015 con diecisiete concejales siendo el alcalde más votado de la historia de Vigo. El triunfo de Abel Caballero se basa, primero, en que desde el inicio de la legislatura dejó claro quién mandaba en el Ayuntamiento de Vigo para bien y para mal;  segundo, mantuvo siempre las cuentas municipales equilibradas, lo que permitió grandes inversiones en las épocas de bonanza en darle la vuelta a Vigo, convirtió la ciudad olívica en una ciudad mucho más habitable que antes; tercero, el férreo control de Abel Caballero sobre las cuentas municipales evitó casos de corrupción. En Vigo no hubo ni la Operación Pokémon  y la Operación Púnica; y cuarto, supo jugar perfectamente la estrategia política, colocó a Alberto Núñez Feijóo como enemigo de la ciudad, el enemigo externo que siempre ayuda a unir a los tuyos y al mismo tiempo pactaba con otro destacado miembro del PP, la ministra de Fomento Ana Pastor. La guinda la puso llevándose al huerto a Chema Figueroa para que le aprobara los presupuestos municipales, que le permitieron pasar el último año de mandato con total tranquilidad. Abel Caballero ha demostrado qué es más rentable enviar los mensajes a la cabeza que al corazón. 

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