Opinión

Admiración y respeto por Antoine Leiris

Hace un año entre las noventa personas asesinadas en la sala Bataclan de París estaba Hèléne, madre de un bebé de 17 meses, Melvil y esposa de Antoine Leiris, periodista. Al día siguiente del atentado, Antoine escribió LA CARTA. Una misiva dirigida a los terroristas en la que no había petición de justicia, odio o explotación del morbo. Era tan breve como inmensa la humanidad que destilaba. En la carta, lo que hace Antoine es describir el camino de la victoria de los seres humanos contra la barbarie, de la humanidad contra la sinrazón. La carta comienza así: "El viernes por la noche le robasteis la vida a un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no tendréis mi odio. Responder al odio con la cólera supondría ceder a la misma ignorancia que os ha convertido en lo que sois". Después Leiris le dice a los terroristas que tampoco tendrán el odio de su hijo Melvil. 
Dos días más tarde del atentado, Antoine empezó a escribir un diario en el que tampoco hay petición de justicia ni odio ni sangre reparadora. Lo que hace en el diario es contarnos como afronta los nuevos retos a los que le obliga su nueva vida. Relata como fue al tanatorio y pidió quedarse a solas con Hèléne con un cristal de por medio. Dice que vio en su cara la misma sonrisa que tenía el día de la boda. Que estaba tan guapa como siempre. No sabemos si esto es realidad o es la visión de su mujer de la que quería despedirse Antoine Leiris. Necesitaba decirle adios al amor de su vida, no a un cadáver destrozado por una explosión. También nos cuenta como le dio vueltas a la forma de contarle a su hijo que la madre no volvería más. Hasta relata como superó el trauma que producen las ayudas innecesarias. Cuenta que un grupo de madres de la guardería a la que iba Melvil, se pusieron de acuerdo para darle un tuper con purés para el bebé. Resulta que a Melvil sólo le gustaban los purés de potitos y por lo tanto el tuper era devuelto limpio, pero la comida había acabado en la basura. 
El libro finaliza relatando el momento en que llevó a su hijo a ver la tumba de Hèléne. Fue al día siguiente del funeral, Antoine llevaba una fotografía de Hèléne con Melvil en los brazos que tenía un chupete en la boca. Dice Antoine: "Deposité la foto entre las flores blancas que cubren la lápida, como una nube de estrellas aferrada a la noche. Mamá está ahí. De repente, Melvil me suelta la mano. Trepa por la lápida. Aplasta las rosas y los lirios, que no resisten su determinación. Tengo miedo de que la busque. Sigue su camino hasta la jungla de la nostalgia. Agarra la foto. La pega a su pecho. Luego vuelve hacia mí y me coge la mano. Sé que la ha encontrado. Quiere marcharse. Ahora mismo, sin esperar, llevar a mamá a casa con nosotros. No me resisto. El libro se llama "No tendréis mi odio", lo leí con un pañuelo al lado para secar las lágrimas que me dificultaban la lectura.

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