Opinión

Entre rural, urbano e impuestos

Mis amigos Isabel y Antonio viven en ese espacio moderno que gravita entre lo rural y lo urbano. Disfrutan de esas ventajas de la ciudad –cultura, ocio, relaciones, colegios, etc.- y de ese otro paraíso soñado de la naturaleza a la puerta de la casa. Desde hace cuatro años están los dos en paro y han agotado todas las ayudas posibles. Afortunadamente la casa la habían heredado de los padres de Isabel y equipado con todos esos elementos de confort propios del siglo XX, incluyendo las energías renovables –placas solares, generador de electricidad propio, cocina económica, chimenea con conducción de aire caliente, etc.-, una maravilla. 
Mis amigos Carmen y Juan viven en el centro de un núcleo urbano en un piso con hipoteca. También ambos llevan más de cuatro años en paro y están sin recursos, con la sombra de un futuro desahucio en cada uno de sus amaneceres sin sol. Este mes ya no han podido pagar las facturas del gas y la electricidad y han entrado en esa creciente lista de la pobreza energética que alcanza a más del 17% de los hogares españoles. Mis cuatro amigos han malvendido sus automóviles y se han liberado de pagar en impuestos el 54% de la gasolina que consumían y el 48% del gasoil abonado en las gasolineras. Tampoco contribuyen con el IRPF ni tienen ahorros o rentas. Todos los días se ríen del ministro Montoro y de su afán recaudatorio.
La situación de Isabel y Antonio parece más sostenible que la de Carmen y Juan, entre otras cosas porque los primeros han plantado una huerta, comprado gallinas y conejos, es posible que se hagan con un cerdo de engorde el mes que viene, han acopiado leña procedente de algunos de sus árboles y de otros cuyos dueños no los talan, han cambiado sus patatas por aceite y verduras por leche. Hornean su propio pan y fabrican pulseras para vender a los conocidos… En definitiva, han regresado a la Edad Media, mientas nuestros otros amigos se obsesionan con los cursos del Inem, la vergüenza de acudir a la Cocina Económica y el miedo a que la niña al crecer ya no pueda usar el último abrigo. Isabel y Antonio les han ofrecido acondicionar un alpendre para recogerlos antes de que el banco los deje endeudados y en la calle.
Sin embargo mis cuatro amigos coinciden en maldecir todos los anocheceres al ministro José Manuel Soria y su política energética, con la que prima los beneficios de las industrias tradicionales del ramo sobre la realidad de los ciudadanos. Temen ese impuesto anunciado contra el autoconsumo energético generado por las placas solares y también a la obligación de estar conectados a una gran compañía eléctrica. Temen que al PP se le ocurra algún nuevo impuesto sobre el agua de los pozos, la leña propia, la producción de huevos caseros o la energía que gastan haciendo el amor en las tardes de bonanza. Temen a la recuperación publicada.

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