Opinión

Política mediática

Trae el viento de verano la confidencia que Javier Arenas le hizo a Pepe Oneto viajando en el Ave. Según el incombustible político andaluz “Pablo Casado va a durar menos en la presidencia del PP que Hernández Mancha”. La aseveración del otrora todo poderoso Arenas puede interpretarse más como una pataleta que como una profecía. Sin embargo está claro que los vientos que mueven las velas del PP-Casado quizás acaben llevando al barco de la derecha tradicional a puertos indeseados. Un temor no sólo de los perdedores de las primarias y del poder orgánico, sino también de infinidad de votantes que, situados en el centro útil no ideológico, detestan los efectos de las políticas radicales.
La irrupción de Pablo Casado, como un potro desbocado en medio de un campo sembrado de minas, ha desconcertado más a los suyos que a los contrarios. Por tanto, no es de extrañar que expertos como Arenas tengan la certeza de verlo caer pronto por el precipicio, que puede abrirse a sus pies tras las próximas elecciones municipales. Pero mientras eso sucede en la nave del PP, la vida y la realidad continúan su marcha.
España ha estrenado un nuevo Gobierno de izquierdas con un precario apoyo parlamentario, pero dispuesto a hacer del diálogo su bandera y fortaleza. Utilizando el convencer antes que el vencer, por fin hemos visto al Gobierno de toda España hablando con el Gobierno autónomo de la Generalitat catalana, buscando la distensión y fórmulas de entendimiento. Frente al fenómeno de la inmigración hemos descubierto la cara humana de la Administración, ajena a la xenofobia y al levantamiento de muros. Contra el anuncio de nuevos recortes económicos ha empezado a dar frutos otra política con la aquiescencia de la UE. Al abordar problemas heredados, como las demandas de los taxistas, se demuestra que la palabra puede tener más eficacia que las porras de la policía…
En poco más de dos meses la crispación ha empezado a decaer no obstante del empeño de Casado por poner en la picota la realidad. Y sus acciones podrían darse por buenas, aunque no puedan considerarse como de leal oposición, teniendo en cuenta el lógico berrinche por la pérdida del Gobierno. Lo que no es aceptable en un partido con capacidad de gobernar, con responsabilidades de gestión en autonomías, diputaciones, ayuntamientos y en el parlamento europeo, es la utilización de embustes con la intención de crear noticias falsas.
El PP de Rajoy labró su propia tumba, en gran medida, por tratar de convertir la política mediática a la medida en moneda de curso legal, amparado por los triunfos electorales. El PP-Casado está elevando esa práctica a la enésima potencia, obviando que los hilos del poder ya no están entre sus dedos. De ahí que resulte patético ver al nuevo líder criticar hoy la paja en ojo ajeno, que mañana convertirá en viga dentro el propio. En su afán por llenar minutos de radio y televisión, centímetros cuadrados de periódicos y líneas en las redes sociales, dice y se contradice, alineando peligrosamente al PP con los movimientos más reaccionarios de la Europa xenófoba emergente. Sin calibrar que España no es Hungría, ni Polonia, ni… porque aquí, tan amigos de las propias identidades, siempre hemos sido receptivos y tolerantes. Esperemos que Arenas esté en lo cierto.

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