Opinión

Un museo de la emigración

Cuando dirigía la Enciclopedia Galega Universal (EGU), al llegar a la voz emigración, tuve especial cuidado y atención para que esa entrada tuviera el tratamiento que semejante fenómeno social merece en Galicia. Los redactores y colaboradores que se ocuparon de ella cumplieron muy bien de acuerdo con los cánones que nos habíamos fijado y ahí están esas seis páginas -dieciocho columnas con fotos y gráficos-, ofreciendo una visión ajustada para que cualquier consultante, si no desea o puede recurrir a la amplísima bibliografía existente, obtenga una idea equilibrada de lo que la emigración representa para nuestra comunidad. 
A quienes, por ignorancia u oportunismo político, han levantado sus voces contra la idea de Olegario Sotelo y Manuel Mandianes, apoyada por Muanuel Baltar desde la Diputación, de crear un Museo de la Emigración en Ourense les recomiendo acercarse a la EGU para ilustrarse sobre el tema. O, como calculo que caben en un autobús y sobran plazas, los llevaría a Colombres, en Asturias, a conocer el Archivo de Indianos fundado por Iñigo Noriega en 1987. Esas dos pequeñeces ilustrativas deberían ser suficientes para abrirles el buen apetito solidario hacia una cuestión histórica de tanta trascendencia pasada y, desgraciadamente, presente.
La emigración gallega desde el siglo XIX a los años sesenta del siglo XX ha representado casi en cincuenta por ciento de toda la española. Crear un museo como soporte de la memoria del fenómeno no es una frivolidad y sí una necesidad para comprender la historia de Galicia, tan maltratada y manipulada por los intereses de cada época. Lo curioso es que hasta este momento de estrecheces y nueva –pero distinta- emigración nadie haya puesto la iniciativa sobre la mesa de los proyectos.
Esto es consecuencia, seguramente, de tratar la emigración centrados en el punto de vista de la pérdida de población y como consecuencia de la pobreza y la falta de desarrollo. También desde la nostalgia y el dolor. Sin embargo, los movimientos migratorios tienen otras muchas causas y no solo han generado aspectos negativos. Esa idea del museo puede, incluso, quedarse corta si se contempla la cuestión únicamente desde el tratamiento historicista y antropológico. O desde la perspectiva de la elemental recuperación de la memoria, como sucede en algunos otros museos ya existentes.
Ourense, sobre la plataforma de la idea museística, puede convertirse en una excelente sede de un Centro de Estudios de la Emigración donde, además de recopilar todo lo históricamente existente, se analice el presente y se proyecte hacia el futuro. Quizás de este modo, además de conocer y comprender, consigamos no repetir los errores y dimensionar la verdadera importancia de la emigración gallega.

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