Opinión

La España vacía

Mientras el pasado lunes se reunían en Zaragoza seis presidentes autonómicos para hablar de la España vacía y su financiación, prácticamente todas las cadenas de televisión emitían un anuncio que esos mandatarios debieran de haber visto antes de sentarse alrededor de la mesa de trabajo.
En el spot una chica joven, moderna y desenfadada mira al fondo de una habitación, que el espectador no alcanza a ver, y recrimina al interior la falta de actividad, la necesidad de emprender algún trabajo… La siguiente secuencia es la panorámica de un dormitorio vacío, con la misma soledad de un desierto de espaghetti westerm, con la aridez de una cama sin vestir, y la inutilidad de una ventana para ver el infinito. La chica entra en el recinto con nuevas ideas y el lugar se transforma gracias a las palabras, se hace útil para ser habitado, para ser alquilado acudiendo a una agencia que funciona en las redes. Invierte para hacer negocio.
Si los seis presidentes autonómicos de la España más despoblada hubieran reflexionado sobre la parábola de la habitación vacía, es probable que el corazón se les hubiera encogido y en lugar de comportarse como contables a la caza de resultados en las hojas de cálculo, habrían hablado de medidas para paliar la situación y no de elementales recursos para dar agua, pan, techo y sanidad a los cada vez más escasos habitantes de los mundos rurales que gobiernan.
No acaban de entender que la España vacía es la España improductiva y subvencionada, que se muere, y que dentro de pocos lustros, cuando los pensionistas hayan cumplido su ciclo vital, será un gran territorio con saneamiento, carreteras, electricidad, wifi, antenas parabólicas, centros de salud y habitaciones vacías. Por no producir, no les producirán ni votos. 
En esta muerte de la vida rural, el ejemplo de Galicia es paradigmático. En treinta y siete años de gobiernos autonómicos no hemos sido capaces de articular el territorio para evitar el éxodo del rural hacia las grandes ciudades y para equilibrar las dos provincias del interior con las comarcas costeras y revitalizarlas. En muchos casos se ha permitido la conversión especulativa de las “leiras” en parcelas para segundas viviendas de urbanitas con sueños pastoriles. Llegaremos a tener aldeas rehabilitadas pero amablemente desiertas, esperando ver llegar a sus dueños el fin de semana o en las vacaciones.
Los seis presidentes decidieron ir en bloque a reclamar al Gobierno de España más recursos para mantener esta miserable situación, para igualarla con los mismos parámetros de que disfrutamos en las ciudades. Es el acuerdo sin color político. Sin embargo no hemos sabido qué proyectos llevarán en la cartera para articular la vida y sembrar futuro, qué planes de inversión han diseñado para poner los campos a producir, qué proyectos industriales van a lanzar para conseguir que las plusvalías se queden en los lugares de producción, qué van a ofrecer a la mano de obra en paro o a los retornados… Y si no tienen proyectos, para qué quieren más recursos. ¿Para vestir con cortinas la ventana de la habitación vacía?  

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