Opinión

Fulgor y muerte de Rita

Existe una excelente obra de teatro en un solo acto, escrita por Antonio Buero Vallejo, titulada “Las palabras en la arena” y estrenada en 1949, que hoy debiera representarse en todos los teatros de España para llamar a la reflexión política y socialde cuantos nos movemos en los escenarios de la vida pública.
Buero, nada sospechoso de conservador, construyó la trama de la función sobre un episodio bíblico en el que un grupo de hombres judíos están dispuestos a lapidar a una mujer condenada por adultera. El Mesías, para ellos un rabí, en lugar de lanzar una piedra, a cada uno de los indignados verdugos les escribe una palabra a sus pies. Con ellas les señala sus miserias íntimas, asumidas por todos menos por uno. Sin embargo esa última palabra concluye por ser una profecía.
Buero Vallejo utilizó esta parábola, arrancada de la famosa sentencia evangélica “quien esté libre de culpa que lance la primera piedra”, en un tiempo político difícil para la convivencia entre españoles. No es el caso de nuestro presente pero sí puede resultar ejemplar en este instante marcado por la muerte inesperada de Rita Barberá, después de ser colocada en la arena de la lapidación y condenada preventivamente, por propios y ajenos bajo cuyos pies probablemente también existan palabras semejantes a las escritas por Jesús para el jefe del sanedrín, el saduceo, el fariseo, el escriba, el sacerdote…
La tragedia de Rita, exalcaldesa de Valencia, pilar del PP, espejo de populismo, ejemplo de dedicación a la vida pública, quizás encubridora de cloacas… debiéramos considerarla, al margen de tendencias ideológicas, como la gota que colma el vaso de la hipocresía política que padecemos, de la falta de ética o, mejor, de ética al servicio de la estética huera e irresponsable.En el terreno de la crónica hay lugar para hablar del fulgor y muerte de la protagonista, hay espacio para considerarla actora de los mismos parámetros que se han vuelto contra ella, hay hueco para ensalzarla o ignorarla, pero en el capítulo de la reflexión debiéramos de encontrar los argumentos necesarios para poner fin al juego cainita al que todos los días asistimos en el teatro político.
A Rita Barberá podremos considerarla víctima de sí misma o de las piedras lanzadas por todos o de ambas cosas a la vez. Pero si nos quedamos en la superficie de las culpas, de los golpes de pecho y de las justificaciones electoralistas, sin abrir la puerta a los razonamientos humanistas y al talante constructivo, estaremos inaugurando una fosa común peligrosa, seguiremos cavando trincheras y poniendo alambradassemejantes a las que en el pasado nos rompieron la piel y el alma. Estaremos actualizando los versos de Antonio Machado y una de las dos Españas helará el corazón de nuestros hijos.
El minuto de silencio en la Cortes Españolas se pareció mucho a la escena de “Las palabras en la arena” de Buero. Quizás en todos los escaños podían presentirse epítetos íntimos. Quién sabe si el adjetivo de los que estaban vacíos entrañaba una profecía. 
 

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