Opinión

La fábrica del amor

Tú también, Carolina? Sí. La compostelana Carolina Bescansa también le ha dado la espalda a Pablo Iglesias en el último minuto del partido. Se ha sumado a esa larga retahíla de damnificados ideológicos que ha generado Podemos en su corta travesía hacia la toma del cielo. En menos de dos años el partido emergente de la izquierda proporcionalmente ha tenido más ceses, dimisiones, disensiones, rupturas, corruptelas, apaños y traiciones, antes de consolidarse, que cualquiera de las organizaciones a las que soñaban desplazar y anular subidos en el corcel de la indignación popular.
Podemos llega a Vistalegre II -¿su congreso fundacional?- hecho unos zorros. La división interna está guisada con todos los ingredientes tradiciones de las formaciones de la izquierda hispana. Es decir, Iglesias y los suyos han reproducido en un tiempo récord todos los vicios cainitas de las castas –de las que ellos mismos son hijos biológicos-. Han demostrado no ser ni fábrica de ideas nuevas, ni fábrica de amor fraterno, ni fábrica de coherencia funcional. Se han perdido en el gesto, la soberbia y la grandilocuencia hueca.
Cuando analicemos con perspectiva histórica todos y cada uno de los movimientos de Pablo Iglesias y muchos de los suyos, llegaremos a la conclusión de que Podemos ha sido el mejor instrumento a favor de la derecha para mantener en el poder a Mariano Rajoy, para ayudarle a salir de la condena popular que en 2015 había decidido retirarle su apoyo en las urnas. Y ha servido también para colocar al PSOE frente al espejo de sus contradicciones internas y situarlo ante la necesidad de encontrar el camino de un discurso ideológico nuevo. Ya ven, la fábrica de amor, que vendieron a la ciudadanía, se ha quedado en un simple laxante, en un purgante a la vieja usanza.
Pero Podemos no es solo el fracaso de Podemos como organización. Es el reflejo de una sociedad desconcertada políticamente, capaz de crear mareas de todos los colores, asaltar las calles y luego resignarse aceptando los males menores o incrustándose y acomodándose en la maquinaria que pretendían desmontar. Podemos es el reflejo de este tiempo en el que la vida pública se rige por slogans, más o menos ingeniosos y coyunturales, detrás de los cuales no hay planteamientos sociales ni razonamientos contundentes.
Cuando en el futuro se utilice la moviola para revisar la explosión, fulgor y muerte de Podemos quizás sus protagonistas vean ridículos y poco políticos esos amores de besos y abrazos, lactantes en el escaño, propuestas de reparto de poder a destiempo para finalmente llegar a al divorcio interno, tan tradicional como el de sus padres. 
“Los cinco de Vistalegre I”, fundadores del partido, llegan a la segunda cita por tres caminos distintos, liderando tres corrientes enfrentadas a muerte. Nada nuevo en el tablero de juego para desgracia de los votantes de izquierda.
 

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